Un día de agosto fui a la Sénia a ver a mi querida amiga Mari y como no, a mi sobrinita Anna que cada día que pasa está más guapa.
Fuimos a comer a un restaurante, con un entorno maravilloso, estar sentada en la terraza y escuchar el ruido del agua que baja del pantano, eso no tiene precio. A parte de la comida que fue muy buena.
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