Hoy me siento llena de silencios que no he pedido, de espacios vacíos que no se notan a simple vista.
Hay algo que me falta, algo que mi piel y mi alma piden sin decirlo en voz alta, besos y abrazos.
No es que no tenga amor, tengo amor de recuerdos. Tengo amor en los ladridos de Coco, en las risas con amigas. Pero hay un amor que no se sustituye: el que se entrega con el cuerpo. El que se siente cuando alguien te rodea con los brazos. El que llega con un beso dado con ternura y presencia.
Echo de menos esos gestos que no cuestan nada y lo significan todo.
Me sobran las ganas de envolver a alguien en un abrazo largo, sincero. Me falta un beso en la frente que calma, ese roce en la mejilla que dice: "Aquí estoy", ese apretón de manos que dice: "Te entiendo".
Esta escasez no se ve, pero se siente frío en el alma. Hay días en que el alma se me queda con los brazos extendidos al aire, esperando un abrazo que no llega.
Tengo escasez de besos y abrazos.
En medio de esta sequía, brota la esperanza, porque el corazón no olvida, y sé que esos besos regresan. Que los abrazos se retrasan, pero no se pierden y un día volverán multiplicados.
Y mientras me abrazo con la gratitud de todo lo que si tengo: los lametones de Coco, el calor de mis amigas, la voz de mi hijo que cruza océanos.
Si tú también sientes escasez de besos y abrazos, te regalo uno invisible, pero inmenso, que te envuelva, que te sostenga, que te prometa sin palabras que lo mejor está por venir.
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