En la vida conoces a muchas personas.
Hay quienes están para los cafés, las risas, las conversaciones ligeras.
Y hay otras, muy pocas, que están para todo.
Para los días felices… y para los que cuesta incluso levantarse.
Hoy quiero dedicar esta entrada a ti, Nuri, mi amiga de verdad.
Esa que no me ha soltado la mano.
La que me llama, me pregunta cómo estoy, si necesito algo, me escucha sin prisas.
La que está pendiente de mí sin que yo tenga que decir nada.
La que me acompaña en silencio, sin juicio, sin condiciones.
Estoy pasando un momento delicado, y es justo ahora cuando más se nota quién está y quién no.
Creía que tenía muchas amigas.
Pero me he dado cuenta de que no eran tantas.
Y sí, duele.
Pero también me ha hecho ver con más claridad que tú, Nuri, sí estás.
Gracias por quedarte cuando muchas otras desaparecieron.
Gracias por preocuparte por mí de verdad.
Gracias por ser luz cuando el día parece apagarse.
Gracias por ser compañía cuando el alma se siente sola.
Solo le pido a la vida que no te vayas nunca de mi lado.
Te quiero conmigo siempre.
Porque tú eres de esas personas que llegan y se quedan para siempre en el corazón.
Y eso… eso no se olvida.
Gracias por existir. Gracias por estar. Gracias por ser tú, Nuri.
Con todo mi cariño,
Amalia
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