lunes, 18 de agosto de 2025

Coco y yo, felices contra el mundo



La vida no siempre es fácil, pero últimamente he aprendido a mirar lo que tengo con una gratitud profunda. Y es mucho. Tengo un techo donde dormir, una nevera con comida, dinero suficiente para darme algún capricho… y sobre todo, tengo a Coco, mi compañero fiel, mi caniche blanco que me sigue a todas partes y que sabe entender mis silencios.

Cada mañana nos levantamos con ilusión. Nos arreglamos como si fuéramos a una fiesta, porque cada día merece celebrarse. Salimos a pasear, Coco y yo, disfrutando del aire fresco, del movimiento de la ciudad, de las esquinas llenas de vida. A veces nos encontramos con amistades, nos sentamos a tomar un café, charlamos, reímos, recordamos anécdotas. Esos ratos nos llenan de alegría.

Luego volvemos a casa, preparo algo rico para comer, siempre con cariño, aunque sea algo sencillo, y disfrutamos de ese momento compartido. Después, tal vez pongo un poco de música, vemos la tele o simplemente hago algo de faena por casa.

Y cuando el día empieza a caer y el sol se despide suavemente, salimos de nuevo. Coco necesita su paseo y yo también. Caminar me hace bien. Nos movemos por las calles tranquilas, mirando cómo cambia la luz, respirando hondo, agradeciendo lo simple y sencillo.

Pero hay un momento, justo al volver, cuando cierro la puerta con llave y echo el cerrojo, que me invade un poco de nostalgia. No es tristeza profunda, es una especie de eco en el corazón. Me gusta estar sola, de hecho, ya no sabría vivir con alguien más en casa, pero en ese instante, cuando el mundo queda afuera, me acuerdo de mi hijo. De sus abrazos, de su voz, de su presencia. Está lejos, pero lo siento dentro.

Cenamos tranquilos, Coco y yo, y terminamos el día viendo algo en la tele o simplemente descansando. Y cuando llega la noche, y nos metemos en la cama, yo en mi cama y él a mi lado en su camita, es cuando pienso:
“Coco, tú y yo estamos solos cuando llega la noche… contra el mundo.”

Y así, en esa soledad que también es compañía, me siento en paz. Porque al final del día, no necesito mucho para ser feliz.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Coco y yo, felices contra el mundo

La vida no siempre es fácil, pero últimamente he aprendido a mirar lo que tengo con una gratitud profunda. Y es mucho. Tengo un techo donde ...