miércoles, 27 de noviembre de 2024

Cuando una amistad cambia de rumbo



He tenido desde hace unos años una amiga, una de esas que sientes como un pilar en tu vida, alguien que te acompaña en cada momento, bueno o malo. Nos unía una conexión especial, de esas que te hacen pensar que el universo tiene un propósito al unir ciertos caminos. Cada día compartíamos una rutina que se había vuelto nuestra tradición: el café de las mañanas. En ese ritual sencillo cabía todo, desde risas y anécdotas hasta confesiones profundas.

Yo la quería como amiga, pensaba que nuestra relación era bonita y yo creía que ella sentía lo mismo. Nunca hubo un momento en el que dudara de su cariño, ni un día en el que no me sintiera agradecida por tenerla en mi vida.

Pero ahora, todo eso ha cambiado. Sin aviso, sin una palabra que me explicara, simplemente desapareció. No hubo discusiones, no hubo señales que me hicieran pensar que nuestra amistad estaba en peligro. Solo un silencio frío y ensordecedor que me dejó con más preguntas que respuestas.

He intentado comprender, buscado razones, reflexionado en nuestras conversaciones pasadas, intentando descubrir qué pudo pasar. ¿Fue algo que dije? ¿Algo que no hice? Pero no encuentro respuesta. Su ausencia duele, pero más duele el vacío de no entender qué fue lo que cambió.

Una amistad, como cualquier relación, merece respeto y honestidad. Si algo falló, si algo se torció en el camino, lo justo sería hablarlo, aclararlo, buscar una solución. Pero esta desaparición repentina, este abandono, no es lo que esperaba de alguien a quien yo le entregue mi amistad, mi casa y siempre estuve a su lado cuando tenía un mal día. Eso es lo que yo considero una amistad, estar siempre ahí.

Hoy escribo estas palabras no desde el rencor, sino desde la necesidad de expresar lo que siento. Una amistad es un regalo precioso, y cuando alguien decide romper ese vínculo sin explicación, deja una herida que cuesta sanar.

Si estás leyendo esto, amiga mía, quiero que sepas que te extraño. Pero también quiero que entiendas que desaparecer sin una palabra, sin una despedida, es injusto y cruel. Todos merecemos claridad, incluso en las rupturas. Yo siempre estuve aquí para ti, ¿por qué no pudiste estar tú para mí cuando más lo necesitaba? Sabes que no lo estoy pasando bien.

La puerta sigue abierta, porque así soy yo: alguien que valora a las personas, incluso cuando fallan. Pero esta vez, el paso para cruzarla depende de ti.




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