A veces,
solo hace falta detenernos un momento, cerrar los ojos… y respirar. Respirar
profundo, lento, como si estuviéramos abrazando al universo entero con el alma.
La vida, con
sus luces, sus curvas, sus sorpresas, es un regalo. A veces nos perdemos en lo
que falta, en lo que aún no llega, en lo que pudo ser… pero qué bonito es
cuando decidimos mirar todo lo que ya está. Todo lo que sí tenemos.
Hoy me
levanté con ganas de agradecer.
Por mi casa, por ese techo que me cobija cuando llueve o cuando el sol aprieta.
Por ese plato de comida que me espera con olor a hogar.
Por mi salud, por este cuerpo que me acompaña, que me sostiene, incluso cuando
me olvido de agradecerle.
Por los pequeños milagros de cada día: una sonrisa inesperada, una canción que
me toca el alma, un mensaje bonito, una flor en el camino.
Y es que
cuando agradeces, el universo parece sonreírte un poquito más. Es como si
dijera: “Ah, así que ves la magia. Entonces toma un poco más.”
Creo que la
felicidad no siempre viene de lo grande, sino de lo simple. De un café caliente
entre las manos. De ver el cielo cambiar de color al atardecer. De saber que, a
pesar de todo, estás aquí. Viva. Sintiendo. Amando.
Así que hoy,
mi rincón está lleno de gratitud. Porque la vida, aunque a veces duela, es
profundamente hermosa.
Y yo quiero seguir esperando cosas bonitas. Porque sé que vienen. Porque
siempre llegan.
Gracias por
estar aquí, por leerme, por compartir este rinconcito conmigo.
Con cariño,
Amalia 🌷
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