Ya llegó el otoño, y no te creas que me pone triste. ¡Nada de eso! Este otoño mío es dorado, lleno de salud, de gente maravillosa alrededor, y por supuesto, de mi Coco, que me sigue a todas partes como si fuera mi sombra peluda. Borja está lejos, pero yo lo pienso cada día, le mando guiños invisibles y hasta le echo algún piropo mental.
Sí, me he hecho mayor, eso no hay quien lo niegue… pero, oye, todavía me queda un montón por vivir. He sido siempre una teatrera, peliculera, exagerada a mi manera: en la primavera, en el verano… y ahora en este otoño no pienso cambiar ni un pelo. Que caigan las hojas, que se arrugue la piel, que vengan los achaques… yo seguiré riendo, haciendo drama, montando escena y disfrutando de cada segundo.
Mi otoño no es silencioso ni aburrido: es risueño, travieso, lleno de cafés, paseos con Coco, recuerdos que me sacan carcajadas y momentos que me recuerdan que todavía puedo sorprenderme y sorprender a los demás.
Así que sí, es otoño… pero este otoño es mío, y yo, aunque mayor, sigo siendo esa mujer que se atreve a todo, que juega, que se ríe, que se emociona, y que demuestra que la edad no es excusa para dejar de ser una actriz de su propia vida. Porque, vamos a ver… ¿Quién dijo que en otoño no se puede seguir siendo primavera en el alma?
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