Hoy Coco y yo nos hemos levantado con ese airecito feliz que trae el otoño cuando decide portarse bien. Hemos arreglado la casa, nos hemos arreglado nosotros y nos hemos ido a pasear, porque el día estaba precioso, un sol de esos que te dan las gracias por salir.
Volvimos a casa a recoger todo lo que necesitábamos, porque hoy tocaba sardinada, una barbacoa de las que huelen a amistad desde lejos. Ayer dejé preparado mi arroz con leche, que me salió de escándalo, y unas mazorcas de maíz para hacer a la brasa.
Cuando hemos llegado a la casa donde hacíamos la barbacoa, todo ha sido alegría: risas, abrazos, ganas de compartir. Empezamos con un vermouth completito: mazorcas, patatas fritas, gildas, regañás, palitos de pan, olivas… Yo, como siempre, vermouth blanco, que es dulce como a mí me gusta.
Luego hemos pasado a la barbacoa: mazorcas calentitas, sardinas que olían a gloria, pan tostado con ajo, tomate y aceite… un manjar. Y una ensalada riquísima junto a las sardinas para rematar. De bebidas un vinito blanco y otro tinto. Después, mi arroz con leche, que ha desaparecido en un visto y no visto.
Ya al atardecer, cuando el cielo se empezaba a apagar, que en otoño se acuesta rápido, nos hemos tomado un mojito delicioso. ¡Uf, qué bueno estaba!
Hemos hablado, nos hemos reído, y el sol nos ha acompañado como si también fuera invitado. Coco ha disfrutado como un campeón: su comidita, su olisqueo profesional por si caía algo…
Un día lleno de amistad, de alegría y de gracias. Gracias a Dios, gracias al universo, gracias a la vida por regalarnos momentos así.

No hay comentarios:
Publicar un comentario