viernes, 14 de noviembre de 2025

Un sofá para tres

Una tarde de otoño con Leo (y con mi Coco, claro)

Hoy ha sido uno de esos días que te dejan el alma calentita.

Mi amiga, que trabaja de dos a diez y no trabaja aquí en el pueblo, me trajo a su perrito Leo, un chihuahua precioso, pequeñito, que pesará kilo y medio como mucho. Ella se va a la una y no vuelve hasta las once, y a mí me da una pena tremenda que el pobre esté solo tantas horas, y encima ahora, con lo pronto que oscurece en otoño.
Así que le dije: “Tráemelo por las tardes, que aquí no va a estar solo.”

Yo, la verdad, no sabía cómo se iba a llevar con mi Coco, porque claro, esta es la casa de Coco, y ya sabemos cómo son los perros con su territorio. Pensé que igual le gruñía o le hacía sentir que aquí el jefe es él.
Pero nada de eso: se llevaron de maravilla.

Leo, desde el primer minuto, me adoptó.
Yo iba a la cocina… él detrás.
Iba al lavabo… él detrás.
Iba al lavadero… él, como una sombra.
Y Coco, tan independiente como siempre, se subió al sofá, se hizo su sitio y desde allí lo vigilaba todo sin moverse, como diciendo: “Yo ya te he dado paso, haz lo que quieras.”

La verdad es que estaba más feliz que una perdiz con los dos. Aunque Leo me hizo una trastadilla: se hizo pipí donde no debía. Yo le había puesto un empapador, pero él decidió que no, que mejor en otro sitio. Menos mal que lo vi rápido. Le reñí un poquito y el pobre se escondió detrás del sofá, temblando como un pollito.
¿Cómo te vas a enfadar? ¡Si es que es un bomboncito!

Como es tan pequeñín, no podía subir solo al sofá. Yo me sentaba, lo cogía, y él se acurrucaba encima de mis piernas tan tranquilo. Y yo, para que Coco no tuviera celos, le hacía mimos a los dos a la vez: con una mano acariciaba a Leo, y con la otra a mi Coco, que es lo más bonito del mundo y no lo cambio por nada.

A las once llegó mi amiga, estuvimos charlando un ratito, y se lo llevó. Y oye… me quedó la casa con un silencio de esos buenos, de esos que vienen después de un día bonito.

Lo voy a tener más días, claro que sí.
Es que tengo el corazón blandito, qué le voy a hacer. Y yo no puedo dejar que un perrito esté solo tantas horas. Aquí, mientras esté conmigo, va a estar acompañado, calentito y lleno de mimos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un sofá para tres

Una tarde de otoño con Leo (y con mi Coco, claro) Hoy ha sido uno de esos días que te dejan el alma calentita. Mi amiga, que trabaja de d...