Hoy ha sido un día de esos que te dejan el corazón calentito. He participado en una sesión de mediumnidad con un chico majísimo que se llama José. Está formándose y necesitaba personas con las que practicar, y yo, que soy curiosa y siempre dispuesta a ayudar, le dije que sí sin pensármelo mucho. Pensé: “Bueno, si puedo echar una mano y además aprender algo nuevo, ¿por qué no?”
Y, la verdad, me alegro de haberlo hecho, porque lo que he vivído a sido precioso. José, sin conocerme de nada, empezó a decirme cosas que solo yo podía saber, detalles que ni por asomo se podría haber inventado. En ese momento sentí un escalofrío, pero de los buenos, de esos que te recorren de arriba abajo y te hacen sonreír.
Dijo que mi madre y mi hermana estaban allí conmigo, muy cerquita, y que me mandaban mensajes llenos de amor. Me dijeron que están orgullosísimas de mí, que siga adelante, que valgo muchísimo y que la gente me quiere más de lo que yo a veces creo.
Y claro, me emocioné. Se me escaparon las lágrimas, pero eran lágrimas dulces, de esas que limpian el alma. Sentí una paz enorme, una sensación de compañía y cariño que no se puede explicar con palabras.
Salí de esa sesión con el corazón más ligero, con una sonrisa que me duró todo el día y con la sensación de que la vida sigue siendo mágica, aunque a veces no entendamos cómo funciona.
Hoy me quedo con una certeza muy bonita:
los que amamos no se van nunca, simplemente cambian de lugar y nos siguen cuidando desde donde están.
Gracias, mamá. Gracias, hermana. Gracias también a José, por su sensibilidad, por su respeto y por darme este regalazo del alma.
Y gracias a la vida, que siempre encuentra la forma de recordarme que no estoy sola.
¿Qué te ha parecido esta entrada? 😏💛 ¡Me encantará ver qué piensas! 🌸

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