Hoy mi perrito Coco, está en el quirófano, le van hacer una limpieza de boca y castración. No es nada peligroso, pero a mí me preocupa.
Estoy triste, inquieta, preocupada.
A las 10h de la mañana lo he dejado en la clínica veterinaria, he entrado con él y he salido sola y con lágrimas en los ojos. Se ha quedado en las mejores manos, los mejores veterinarios.
Pero la incertidumbre de no saber de él durante unas horas es muy triste.
Algunos diréis:" Si solo es un perro", y yo digo: No, no es solo un perro, es mi perrito, mi compañía, mi alegría.
Estoy sentada en el sofá, con el móvil frente a mí pendiente de el.
Me acompaña una buena amiga y se agradece su compañía, porque estamos hablando de mil cosas y así me relajo de pensar en mi perrito.
Por fin suena el teléfono, me dicen que todo ha salido bien y que dentro de un rato ya puedo ir a buscarlo.
Mi amiga y yo nos abrazamos, tengo ganas de llorar, de reír, de gritar. Estoy deseando que pase ese ratito que me ha dicho el veterinario para ir a recogerlo.
Llegamos a la clínica veterinaria, y por fin veo a mi Coco.
No demuestra mucho su alegría al verme, se le doblan las patitas, está aún con un poquito de efecto de la anestesia.
¡Qué bonito que es mi Coco!
Venimos a nuestra casa y pasamos la tarde juntitos. Somos felices.
Tienen que pasar unos días hasta que esté recuperado del todo, pero lo tengo junto a mí, lo voy a mimar, a cuidar y a quererlo mucho, mucho.
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