sábado, 30 de agosto de 2025

La tóxica era yo…


Sí, señora, así como lo oyen.
La que llamaba primero, la que estaba siempre al pie del cañón, la que se tragaba cuentos chinos que ni en las telenovelas.
Y encima me dejaba la última en la cola… ¡como si no tuviera bastante con esperar en el súper!

Pero un día me dije:
"Amalia, deja de ser la buena tonta, que ni la Virgen de Lourdes aguanta tanto pedido".
Y ahí mismo me puse de prioridad.

¿Resultado?
Más de uno me tachó de mala.
Pues claro: cuando una deja de ser la alfombra, el que se limpiaba los pies se queda descalzo… ¡y de malas pulgas!

Desde entonces aprendí a decir no, a soltar, y a darles a cada uno el sitio que realmente me daban a mí (spoiler: casi ninguno).
Y oye, qué descanso. Como cuando barres el patio y por fin ves el suelo limpio.

Así que ahí les va mi receta de pueblo:
Quítense de encima la gente que no vale ni un vaso de agua fresca, pónganse ustedes en primer lugar… y si eso los convierte en “los malos del cuento”, pues mira, ¡mejor! Que a veces ser la mala es lo único que te salva la vida.









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