sábado, 18 de octubre de 2025

Novena noche junto al mar

Hoy es mi penúltimo día aquí. Un día que, a pesar del frío de la mañana he disfrutado con el corazón lleno. Me he sentido rodeada de amor, de cariño, de amistad. De esas personas buenas que un día formaron parte de mi vida cuando vivía en este pueblo, y que hoy la vida, generosa, ha vuelto a reunir conmigo.

Nos hemos levantado temprano, Coco y yo. El aire estaba helado, o quizás era yo quien no tenía el cuerpo del todo bien, pero el frío se sentía distinto, casi vivo. Aun así, hemos salido a dar un pequeño paseo hasta la playa, para que Coco hiciera sus cositas. Después, hemos regresado al hotel, donde él ha disfrutado de su desayuno habitual, su lonchita de pechuga de pavo y su trocito de queso,  mientras yo saboreaba mis bocadillitos de queso con pan con tomate, mi zumo y mi café con leche.

Como el frío apretaba, hemos subido a la habitación. He aprovechado para ir preparando la maleta, guardando esas pequeñas cosas que siempre corren el riesgo de olvidarse: el paraguas, los cargadores, los detalles. Luego, cuando el sol ha empezado a asomar tímidamente, he salido a encontrarme con una amiga de aquellos años. Hablamos a menudo por teléfono, pero no nos veíamos desde hacía tiempo. Y qué alegría tan grande ha sido el reencuentro.

Nos hemos ido al paseo marítimo y hemos comido en un restaurante muy conocido, algo caro, sí, pero delicioso. De primero, una burrata con tomate confitado; de segundo, una fideuá exquisita; y de postre, una tarta tatin que era pura dulzura. Después, hemos paseado despacio junto al mar, disfrutando del sol y de la conversación.

Más tarde, ya de regreso en el hotel, nos hemos sentado en la terraza a tomar café e infusiones mientras esperábamos a otra amiga, a la que quería presentarles. Ella ha llegado con su hermana, una mujer encantadora, y hemos pasado una tarde preciosa las cinco, acompañadas de mi Coco, que correteaba feliz y se tumbaba al solecito.

Ha sido un día cálido, lleno de risas, de complicidad y de esa energía buena que dejan los reencuentros sinceros. Cuando ha empezado a refrescar, ellas se han marchado y Coco y yo hemos subido de nuevo a la habitación. He leído un poco, he terminado la maleta y, ya más entrada la noche, hemos salido un ratito para dar el último paseo del día.

No tenía mucha hambre, así que cené algo ligero.

 Ahora, mientras repaso mentalmente el día, siento una profunda gratitud. Ha sido un día perfecto: sencillo, lleno de afecto y de momentos que guardaré en el corazón.

Soy una mujer afortunada por las amigas que tengo, por el cariño que me rodea, por mi fiel Coco… y por poder sentir que la vida, con sus idas y venidas, siempre acaba regalándome días como este.

Gracias a Dios, a la vida y al universo por tanta belleza.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Novena noche junto al mar

Hoy es mi penúltimo día aquí. Un día que, a pesar del frío de la mañana he disfrutado con el corazón lleno. Me he sentido rodeada de amor, ...