Hoy el amanecer nos ha encontrado, como siempre, tempranito y con una sonrisa. Una ducha, y a prepararnos para empezar el día con energía. Hemos salido a dar un paseo por la playa, con ese aire fresco que acaricia la cara y el sonido de las olas acompañando nuestros pasos.
Después, de vuelta al hotel, nos esperaba el desayuno. Coco, fiel a su rutina, ha disfrutado sus dos lonchitas de pechuga de pavo, relamiéndose feliz. Yo, un bocadillito, zumo y un café con leche acompañado de una palmerita de hojaldre. Pequeños placeres que saben a vacaciones.
Antes de subir a la habitación, hemos dado una vuelta por el hotel, y al llegar a la piscina he tenido la brillante idea de soltar a Coco… ¡ay, madre mía! Se ha recorrido toda la zona como un torbellino blanco, disfrutando como nunca, y yo detrás intentando cogerlo. Al final ha venido, tan feliz, con esa carita suya que hace que le perdones todo.
Cuando el sol empezó a calentar un poquito, nos fuimos caminando… mucho, muchísimo por el paseo marítimo. Ya de vuelta Coco ya no podía más, se paraba y me miraba con esa expresión que dice “mamá, ni un paso más”. Pero llegamos, y el descanso nos supo a gloria.
La tarde fue luminosa, de esas que parecen pintadas con pincel de oro. Almorzamos algo ligero, paseamos un poco más, y el día siguió siendo perfecto: cielo claro, sin una nube, y el mar brillando como un espejo.
De regreso al hotel, Coco cayó rendido. Se tumbó en su camita y se quedó dormido al instante. Y claro, yo, que soy una copiona, también me eché mi siestecita. Al despertar, ya con el sol bajando, salimos de nuevo a caminar. Un cortado con galletitas y un paseo por el paseo marítimo, rodeados de risas, brisa y perritos. Coco hizo nuevos amigos y corrió feliz.
La cena fue sencilla, un poco de bizcocho, un trozo de sandía y poco más. Ya en la habitación, Coco comió su pienso y bebió agua con gusto. Pronto saldremos a dar una última vueltecita antes de dormir, bajo el cielo estrellado.
Y mientras tanto, doy gracias a Dios por este día hermoso, por el sol, por la calma y por el amor inmenso que nos une a Coco y a mí.
Porque cada día junto al mar es mejor que el anterior.
Porque cada día, la vida nos sonríe un poquito más.

No hay comentarios:
Publicar un comentario