viernes, 26 de diciembre de 2025

Dos años, y sigues aquí


El día 26 de diciembre hace dos años que Hundo se fue.
Traspasó el arco iris de los perritos… ese lugar del que dicen que no hay dolor, solo carreras, juegos y alegría.
Hundo no era solo “el perro de mi hijo”. Pasó mucho tiempo conmigo. Formó parte de mi día a día, de mi casa y de mi corazón. Era un Boston Terrier precioso, bueno hasta decir basta, cariñoso, dulce… y también un poco trastillo, como solo lo son los que tienen alma alegre.
Lo recuerdo mucho.
Cuando miro sus fotos, está ahí.
Y hay una, colgada en el pasillo, que siempre me acompaña. Cada vez que paso, es como si me mirase. Y yo le miro de vuelta. No hace falta decir nada. Nos entendemos.
Allí, al otro lado del arco iris, sé que no está solo. Está con Duncan, mi otro perrito, mi caniche blanco. Aquí no llegaron a conocerse, pero estoy segura de que allí se reconocieron al instante. Como si se hubieran estado esperando. Imagino a los dos corriendo, jugando, felices, sin prisas, sin despedidas.
Han pasado dos años, sí.
Pero Hundo vive en mi corazón.
Y vive en mis recuerdos cotidianos, en los silencios, en las miradas que no se olvidan.
Cada día les pido a Hundo y a Duncan que cuiden de Coco.
Que lo protejan, que lo acompañen desde donde estén.
Y siempre les digo lo mismo:
que no tengan prisa.
Que Coco no tenga prisa en ir a verlos.
Un día llegará ese momento, y jugarán juntos… pero que tarde mucho, mucho en llegar.
Porque el amor no se va.
Solo cambia de lugar.



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