De la tristeza a la alegría
Mira, amiga, yo de tristeza entiendo mucho. La vida me ha dado golpes fuertes, pérdidas que dejan un hueco que no se llena nunca. Y claro que la tristeza sigue dentro de mí, porque esas cosas no se borran. Pero también he aprendido algo: vivir en la tristeza no sirve para nada. Te cierra puertas, te apaga, te deja quieta. Y yo quiero vivir, no quedarme parada.
Por eso decidí cambiar la tristeza por alegría. No porque no me duela, sino porque sé que eso es lo que habrían querido mis seres que se fueron. Los que se fueron al cielo, los que trascendieron, los que partieron antes que yo. Ellos quieren verme feliz, lo sé. Y yo los voy a hacer felices siendo feliz y teniendo mucha alegría. Así los honro mejor que hundiéndome.
Y te digo una cosa: cuando una decide vivir con alegría, la vida cambia. Se te abren puertas, te respira el alma, te ríes más, te sabes fuerte. Disfrutas del paseo con Coco, del café calentito, de las risas con los amigos, de la familia, del sol que entra por la ventana. Cosas pequeñas, pero que te devuelven la vida.
Así que sí, la tristeza puede visitarme, porque forma parte de mí. Pero yo elijo la alegría. Yo elijo la luz, la risa y el corazón abierto. Esa es mi forma de seguir adelante y de celebrar todo lo que aún me queda por vivir.

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