Estos días no están siendo mis mejores días. Llevo un par de días con tos, mocos y ese malestar típico de las gripes de otoño-invierno, cuando un día hace frío, al siguiente calor, y el cuerpo ya no sabe si abrigarse o ponerse a tomar el sol. Y claro… al final dice: “¡Hasta aquí hemos llegado!”.
Así que, aunque estamos en plena Feria de la Purísima, este año me toca vivirla desde casa. No puedo ir porque no me encuentro del todo bien, pero tampoco pasa nada. Me arreglo un poquito, lo justo para sentirme bien, y solo salgo a dar una vueltecita corta con Coco, que él sí que no perdona su paseo ni su momento de olfatearlo todo.
El resto del tiempo lo estoy dedicando a mí. Como no puedo hacer mucho, aprovecho para estar tranquila, escribir, adornar un poquito la casa y disfrutar del calor de hogar con mi Coco al lado. Oye, que tampoco está tan mal tener unos días así, de pausa, de manta, de cuidarme y de escuchar lo que mi cuerpo necesita.
Hace dos días que no voy al bar… ¡dos días! ¡Muchísimos! (Qué exagerada soy). Pero bueno, esto se pasa. Es solo una gripe de esas tontas que vienen por los cambios de temperatura. Y mientras pasa, aquí estoy: tranquila, agradecida y acompañada por mi perrito, que siempre me mira como si fuera la mejor versión de mí misma, incluso con tos y con la nariz roja.
Pronto estaré mejor. Y volveré a disfrutar, al bar a tomar mi café con leche, a mis paseos largos y a mis días alegres. Pero hoy, me permito estar así: más lenta, más suave, más conmigo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario