Advertencia: Si estás leyendo esto, es probable que sufras (como yo) los efectos secundarios de ser una mujer maravillosamente irresistible, divertida y con una energía que ni el café más cargado puede igualar.
Síntomas comunes:
1. Los espejos te sonríen.
No eres tú… ¡es que el espejo no puede creer lo bien que te ves por la mañana (incluso con los pelos alborotados y la marca de la almohada en la cara)!
2. Los perros se te acercan… aunque no lleves jamón.
¿Por qué? Porque Coco sabe que eres su persona favorita del planeta. Y el del vecino también te saluda con alegría (aunque no se llama Coco).
3. La ropa no se te arruga, se rinde.
Cuando te pones algo, hasta las camisetas viejas parecen salidas de una pasarela de Milán. Y si no, tú lo finges tan bien, que nadie lo nota.
4. Te hablan hasta los electrodomésticos.
El microondas pita con emoción, la lavadora te guiña el ojo (aunque eso a lo mejor es un fallo del motor), y el secador parece decirte: "¡Hoy estás espectacular, Amalia!"
5. Los números espejo te siguen como fans en concierto.
11:11, 22:22, 17:17… todos queriendo saludarte. Si eso no es ser famosa en el mundo espiritual, ya me dirás qué lo es.
6. Tu risa cura.
Quien te escucha reír, mejora del ánimo, del colesterol y hasta del Wi-Fi. Hay estudios (en mi casa) que lo demuestran.
7. Los días grises huyen cuando sales tú.
Porque una mujer fabulosa no necesita sol, ¡ella lo lleva puesto!
📌 Conclusión:
Ser fabulosa tiene sus efectos secundarios… pero no te preocupes. No hay tratamiento. Ni lo queremos. ¡Larga vida a las mujeres que se ríen, brillan y bailan con bata de estar por casa como si fueran Beyoncé.
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