viernes, 19 de septiembre de 2025

🐾Mi perro Coco, el crítico gastronómico


El otro día decidí ponerme seria con la cocina. Nada de comida rápida.
Dije: “Hoy se cena bien. Hoy hago… ¡un risotto!”
(Lo dije en voz alta, por si Coco quería emocionarse. Spoiler: no lo hizo).

Me puse el delantal, puse música de fondo (italiana, claro, para meterme en ambiente), y empecé a cocinar. Arroz, caldo, cebollita, un toque de vino blanco… Vamos, que ya me sentía como la abuela de MasterChef.

Y ahí estaba Coco, mi caniche blanco, mirándome desde su cojín como si estuviera viendo Pesadilla en la cocina. Me juzgaba con esos ojos de “¿otra vez arroz, humana?”

Pero la cosa no acabó ahí.


🍽️ El momento de la verdad
Sirvo mi risotto con orgullo. Me siento. Coco me sigue. Me mira.
Y como soy débil ante esos rizos blanquitos, le doy una cucharadita. Solo para que lo pruebe.
Él lo huele…
Lo lame…
Y entonces…

¡Estornuda!
¡Tres veces seguidas! ¡Como si el risotto le hubiera ofendido!

Después de eso, se fue caminando con dignidad, como diciendo:
—“No, gracias. Yo solo como jamón serrano o pechuga de pavo de la buena.”

🐕 La venganza del caniche gourmet
Pensé que todo había acabado ahí.
Hasta que una hora después, vuelvo a la cocina y veo la escena:
Coco había sacado de la bolsa de la compra que aún no había colocado en su sitio un paquete entero de galletas. ¡Y se había comido la mitad!

Y no cualquier galleta. No.
Las buenas. Las que guardo por si viene visita.

📌 Conclusión
Desde ese día, he aceptado que Coco no es un perro cualquiera.
Es crítico gastronómico profesional, con gustos exigentes y nariz de chef.
Y yo, con mis 65 años y mi risotto rechazado, he aprendido una valiosa lección:
Si Coco estornuda… es que no está bueno.









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