Una bonita carta de una madre para otras madres, hay que leerla y aprender de ella.
Espero que os guste.
Sucede
a menudo que, cuando un niño juega con otro con discapacidad, los padres se
sienten orgullosos y tienen la necesidad de alabar esa amistad. Es entonces
cuando podemos escuchar expresiones del tipo: “Cariño, eres tan maravilloso!”,
“Eres la persona más buena que conozco”, “¡Qué linda eres!”, “Tienes
un corazón de oro”, “Estoy tan orgulloso de ti”.
Y
sí, es cierto, no todos los niños se toman la molestia de frenar su ritmo de
juego para incluir a en él a niños como los míos (tengo una hija con Síndrome
de Down y otra con parálisis cerebral). Soy consciente de ello, así que cuando
tu hijo juega con alguno de los míos me siento muy feliz. Siento una enorme
gratitud hacia tu hijo o hija. Y por supuesto que quiero potenciar esa amistad,
al igual que creo que también tú lo deseas.
Pero,
¿quieres que sea sincera contigo? Lo último que quisiera es hacerte sentir mal
por ello, pero me gustaría que pudieras entender lo que algunos de esos
cumplidos significan para mí, como madre de un niño con discapacidad. Cuando le
dices a tu hijo lo estupendo que es por jugar con el mío, en ese mismo
instante, tu hijo pasa de ver simplemente a un amigo, a percibir a niños como
el mío como diferentes, como alguien definido por su discapacidad, como alguien
que, de alguna manera, es imperfecto, y con quien sólo una persona excepcional
jugaría o querría ser su amigo. Ya sé que no es eso lo que estás tratando de
decirle, lo sé, pero, desgraciadamente, eso es lo que significa para él.
Animas
a tus hijos a que sean amigos de cualquiera y a abrazar la diferencia, y yo te
lo agradezco enormemente. Por desgracia, con ese tipo de alabanzas sobre lo
excepcionales que son por jugar con mi hijo, les estás transmitiendo dos tipos
de ideas:
1.
Estás basando el peso de esa amistad en tu hijo y lo maravilloso que es. El
amigo con discapacidad pasa a ser el objeto pasivo sobre el que se proyecta esa
grandeza.
2.
Estás transmitiendo una visión que separa y convierte a quienes tienen una
discapacidad en “menos que” aquellos sin discapacidad: “ellos son
discapacitados, ellos son diferentes, pobres
de ellos, nosotros debemos
ayudarles”.
De repente, me hace sentir que el hecho
de que tu hijo juegue con el mío, tiene más que ver con la pena que con la
amistad.
¿Le dirías esas cosas a tu hijo por
jugar con un niño “ordinario”? Seguramente no.
Nuestras palabras son muy poderosas.
Modelan a nuestros niños, sus actitudes, sus percepciones.
A
todos nos gusta demostrarles a nuestros hijos lo orgullosos que estamos de
ellos. Todos queremos animarles cuando observamos conductas positivas y reforzarlas.
Pero el hecho de jugar con un niño con discapacidad no debería ser contemplado
como algo heroico o excepcional. Sentíos orgullosos de que sean capaces de ver
al amigo antes que a la discapacidad y ayudadles a mantener eso, por favor.
Podéis hacerlo sin recurrir al halago y en su lugar hacer preguntas acerca de
esa amistad, preguntas que suenen más como: “Te he visto jugando con Nicole,
¿a qué estabais jugando?”, “Eh, he visto a Carlos reírse contigo, ¿le
estabas contando tus nuevos chistes de toc-toc?”, “¿Qué es lo que más te
gusta de jugar con Micah?”.
¿Si
está bien sacar a relucir las diferencias? Si resulta necesario, ¡por supuesto!
Puede que incluso tu hija te pregunte, por ejemplo, por qué resulta difícil
entender a la mía, que tiene Síndrome de Down, cuando habla. Créeme, si tus
hijos se plantean preguntas, las harán seguro. Pero resulta muy diferente que
un padre diga “Eres maravilloso por jugar con Nina porque tiene parálisis
cerebral”, a cuando dice: “Cariño, ¿le has preguntado a Nina si quería
jugar otra vez al pilla-pilla? Me ha parecido que estaba algo cansada y que le
costaba seguirte”.
Enseñémosles
a nuestros hijos que jugar con otros niños, incluso con aquellos que tienen
alguna discapacidad, tiene que ver con la amistad. Con la amistad
verdadera. Si quieres alabar a tu hijo por ser un
buen amigo, hazlo entonces por las mismas razones que lo harías cuando
interactúa de forma positiva con cualquier otro amigo, independientemente de
sus capacidades.
“Eres la persona más buena que conozco,
¡le has dado a Charlie tu última chuche!”
“Eres tan maravillosa, cariño, me
encanta esa canción que le estabas cantando a Tina, le has hecho sonreír a ella
y a mí todavía más. ¿Puedes cantármela otra vez?”
“Qué lindo eres. Me encanta que seas
tan bueno con todos tus amigos.”
“Tienes un corazón de oro. Yo me
habría enfadado si mi amigo se riera de mí, pero tú te lo has tomado a broma y
has seguido jugando.”
Éstos son los valores que debemos
fomentar en nuestros niños.
Y
sigue el ejemplo de tu hijo, haz nuevos amigos, tal vez incluso alguno con una
discapacidad. No, no serás por ello una persona excepcional, simplemente serás
un poco más afortunado por contar con un nuevo amigo.
Foto de: ©Paula Verde Francisco
No hay comentarios:
Publicar un comentario