Hay días en los que la vida se despierta con perfume a jazmín y sabor a melón dulce. Basta con mirar por la ventana y ver cómo el sol se derrama sobre las hojas, cómo las flores se abren sin pedir permiso, cómo los pájaros cantan sin saber que están componiendo una sinfonía para el alma.
¡Qué bonita es la vida cuando decidimos mirarla con los ojos del corazón! Cuando dejamos que la brisa cálida del verano nos acaricie la cara, cuando sentimos la tierra viva bajo los pies descalzos, cuando reímos sin motivo, simplemente porque sí… porque estamos vivos.
El calor, aunque a veces agobie, también es un abrazo. Nos obliga a parar, a sentarnos a la sombra, a saborear un té frío con limón o un helado compartido con alguien que queremos. Es tiempo de flores abiertas, de terrazas llenas de risas, de abanicos, vestidos ligeros y siestas con el ventilador zumbando de fondo.
La vida no necesita mucho para ser maravillosa. Un paseo con Coco, una llamada de Borja desde lejos, una canción que suena justo cuando la necesitas. Y sobre todo, ese instante en el que respiras hondo y piensas:
“Estoy aquí. Estoy viva. Y esto es hermoso.”
Así es la vida… a veces loca, a veces serena, pero siempre hermosa si la sabemos mirar con gratitud, con calma y con una pizca de humor.
🌺 Hoy, que el sol acaricia las paredes y las rosas saludan desde el jardín, recuerda: tú también floreces. Y cada día es una nueva oportunidad para disfrutar, para amar, para reír... y para escribir en este pequeño rincón donde la vida siempre tiene color.
Amalia.
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