viernes, 14 de junio de 2024

Sexalescencia

NACE LA SEXALESCENCIA, HOMBRES Y MUJERES NACIDOS EN AÑOS 50 Y 60 SIN PLANES DE ENVEJECER.

Circula por las redes sociales un artículo del Dr. Manuel Posso Zumárraga del que surge un nuevo término, la sexalescencia, para identificar a un grupo de adultos de 60 o más años. 

Describe  hombres y mujeres que manejan las nuevas tecnologías, modernos, progresistas,  con ganas de disfrutar de la vida, aprender,  colaborar con la sociedad, viajar, conocer gente nueva,  y ser dueños de su destino, renunciando a la ubicación como personas de la tercera edad.

Es una generación que ha echado fuera del idioma la palabra “sexagenario”, porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales la posibilidad de envejecer. Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición, en su momento, de la “adolescencia”, que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del Siglo XX. 

Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta o setenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo y han logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura  le dio durante décadas al concepto del trabajo. 

Lejos de las tristes oficinas, muchos de ellos buscaron y encontraron hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganan la vida con eso. 
Debe ser por esto que se sienten plenos; algunos ni sueñan con jubilarse. Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente vacía.

La mujer sexalescente pudo sobrevivir al deseo de poder que le dio el feminismo de los 60 y pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad. Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido masculinas, algunas estudiaron una carrera universitaria junto con la de sus hijos, otras eligieron tener hijos a temprana edad, fueron periodistas, atletas o crearon su propio “yo”. 

Este tipo de mujeres nacidas en los 50s.

Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo; la gente de “sesenta o setenta”, hombres y mujeres, manejan la compu como si lo hubiera hecho toda la vida. Se escriben, y se ven, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar a sus amigos. Por lo general están satisfechos de su estado civil y si no lo están, no se preocupan por cambiarlo.

A diferencia de los jóvenes; los sexalescentes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona, toma nota, cultivan su propio estilo… Ellos no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, ni ellas sueñan con tener la figura de una vedette. En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente o de una sonrisa iluminada por la experiencia. Hoy la gente de 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias y ellos lo saben. 

La gente de 60 y 70 de hoy celebra el Sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo…hacen planes con su propia vida, no con la de los demás.

Copiado de la red.



sábado, 8 de junio de 2024

Quiero un amante

Quiero un amante, pero un amante de verdad.
Uno que no mienta, que no sea un Don Juan, que no venga hablarme de sus conquistas, ni a enseñarme posiciones.
Que no sea un hombre casado. No quiero a mi lado a un indeciso llorando por no saber porqué mujer decidirse, si tiene algo que decidir que sea el sabor del pastel que me comprará.
Quiero un amante que me compre bombones de vez en cuando y que me diga "te quiero" de domingo a domingo. Que me ayude a deshacer la cama pero que también sepa hacerla.
Quiero que rece conmigo y pequemos juntos todas las noches.
Y después de hacer el amor se quede a mi lado mirando el techo. Que no tenga prisa en vestirse y marcharse.
Quiero que respete mis horas y yo no interferiré en las suyas, un amante que le guste el café y los cruasanes.
Quiero que esté junto a mí los días que no me encuentro bien.
Quiero un amante perfecto y lleno de imperfecciones, que no le asuste mi soledad y que soporte mis berrinches.
No lo quiero de grandes atributos con que sea dulce, delicado y a veces salvaje en la cama, ya tengo suficiente.
¿Qué ofrezco yo?
No tengo un cuerpo perfecto, tengo un carácter de los mil diablos, amo el café y me gusta soñar. Soy sincera y amorosa.
Tengo pudor a desnudarme delante de él, pero disfruto del sexo. Estoy enamorada de la vida.
Me adaptaré a sus deseos, según mis necesidades.
Los interesados pueden dejar la solicitud en el buzón de mi casa, prometo contestar.




Sesenta años



Con más de sesenta años. ¿Por qué querer pareja?
Porque un  compañero de vida no es un complemento sexual solamente. Nuestra necesidad va más allá de lo visible y de lo sensible.
Es hallar con quien salir a caminar a un ritmo nuevo. Aprender a caminar al ritmo del otro. 
Acostumbrarse a una mano nueva, y a la tibieza y la  humedad de otros labios... 
Ver el amanecer con la luz de unos ojos ilusionados.
Disfrutar una charla intrascendente a tu medida. Alguien con quien beber despacio el té de la mañana. 
Alguien con quien sentarse a contemplar el atardecer de cada día, a quién entender entre líneas ese lenguaje lateral y cómplice que tenemos los enamorados,  y que nadie entiende,  aún estando entre la gente.
Que cuando me diga "tengo frío "... yo entienda  "abrázame".  
Y cuando yo le diga,  "ven, tápate ", él sepa que en realidad , le estoy diciendo "te quiero".
Y si decidimos estar callados... aún en el silencio, podamos escuchar la misma melodía.    
A partir de los sesenta años, ya no puedes soportar las limitaciones.
 No aguantas el sujetador demasiado apretado, las cenas forzadas con la cuñada que revisa el polvo en tus rincones, los tacones sobre los adoquines y las sonrisas de circunstancia…
 A los sesenta años ya no quieres demostrar nada.
 Eres quien eres, las cosas que has hecho y las cosas que todavía quieres hacer.
 Porque a lo largo de los años habrás aprendido a cuidar un cuerpo que finalmente amas, que se vuelve cada vez más imperfecto solo a los ojos de los demás.
 A quién le importa si la mitad del armario es del tamaño equivocado.
 Lo importante es que no te cruja mucho la espalda al levantarte, que al tocarte los pechos no sientas bolas y que la menstruación se convierta finalmente en un problema para los demás.
 A los sesenta quieres libertad.
 Libre de decir no, libre de quedarte en pijama todo el domingo, libre de sentirte bella por ti misma y no por los demás.
 Libre para caminar sola, los que te aman te seguirán el paso.
 Eres libre de cantar a todo pulmón en tu casa aunque te miren mal, y aunque seas un incordio para los vecinos.
 Tendrás sueños como cuando tenias veinte años y le pedirás tiempo a Dios para realizar más.
 Te habrás desnudado por los hombres que amabas y deseabas vivir la felicidad junto a ellos.
 Y ahora, justo ahora que te has comido más de la mitad de tu vida a bocados grandes y con prisas, encontrarás las ganas de saborear lentamente todo el azúcar y la sal de los días que tienes por delante.





Admírate, mujer… y un poquito más

Mírate al espejo y deja de buscar defectos. Mira lo que sí tienes: fuerza, historias y un montón de cosas que te hacen única. Admírate por ...