domingo, 13 de julio de 2025

No subestimes a alguien de 65


En serio, no lo hagas.
Quien ha llegado a los 65 no es solo una persona con experiencia…
es una fuerza de la naturaleza, una mezcla de ternura y coraje, con más vidas dentro que un libro de aventuras.

Somos las/los que crecimos sin pantallas, sin redes, sin filtros.
La red que teníamos era la del patio del colegio o la de las vecinas que lo sabían todo.

Éramos niñas/os que leían el estado de ánimo de su madre por el ruido de los platos.
Con 7 años, ya sabíamos si había bronca o merienda…
Y con 10, calentábamos la comida “con cuidado, que no se derrame, ¿eh?”
El microondas no existía, pero la responsabilidad ya venía de serie.

Teníamos las rodillas como mapas de guerra: cada cicatriz tenía historia.
Jugábamos en la calle todo el día, sin móvil, sin miedo, sin reloj.
El horario lo marcaba el sol… y la voz de mamá llamando desde la ventana.

Si te caías, te levantabas. Nada de dramas.
Un poco de saliva, una hoja, y a seguir.
¿Dolía? Sí. Pero si no colgaba, no era grave.

Bebíamos del grifo, comíamos pan con chocolate y nadie hablaba de intolerancias.
Y si las había… se callaban. Así eran las cosas.
No existía el drama por una mancha, porque sabíamos quitar cualquiera: de hierba, de sangre, de tinta… y sin YouTube.

Hemos vivido el cambio de todo: del blanco y negro al color, del tocadiscos al Spotify, de rebobinar cintas con un lápiz a guardar miles de canciones en un botón.
Pero aún echamos de menos el clic de pasar una hoja o el chasquido de colgar el teléfono.

Viajábamos sin GPS, con mapas de papel arrugado y bocadillos envueltos en papel de aluminio.
Sin aire acondicionado, sin Wi-Fi, sin stories…
pero con risas, canciones en la radio y muchas ganas de llegar.

Somos la última generación que creció sin internet,
que tuvo infancia sin cascos, juventud sin likes y conversaciones sin emojis.
Y aun así, nos entendíamos mejor que nadie.

Arreglábamos todo con un clip, un trozo de cinta o con paciencia.
Teníamos un canal de tele… y no nos aburríamos.
Guardábamos los cumpleaños en la memoria.
Y si alguien no llamaba… no pasaba nada. Sabías que estaba bien.

¿Sabes qué tenemos?
Instinto. Memoria. Oficio. Resiliencia. Y una dulzura escondida bajo una capa de hierro.
Un sistema inmunológico blindado a base de vida real.

Así que, no subestimes a alguien de 65.
Ha vivido más de lo que tú puedes imaginar.
Y si un día te ofrece un caramelo de menta de su bolso, acéptalo. Puede que ese caramelo tenga más historia que tu nube entera.

Amalia 



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