jueves, 9 de octubre de 2025

No seas Penélope, que la vida no espera


Hay quien se pasa la vida esperando.

Esperando a que la llamen, a que le escriban, a que le pidan perdón, a que cambie algo… o a que vuelva alguien que ya se fue.
Y mientras tanto, la vida se va, el café se enfría y las flores del patio se marchitan sin que nadie las mire.

Dicen que Penélope esperaba a su Ulises tejiendo de día y destejiendo de noche para no terminar su labor. Qué paciencia la suya, y qué desperdicio también. Porque una cosa es amar, y otra muy distinta quedarse tejiendo mientras esperas por alguien que ya está viviendo otra historia.

Yo, sinceramente, de Penélope tengo poco.
A mí me gusta el hilo, sí, pero para coser la vida, no para remendar ausencias.
Porque los que se van sin decir adiós, que sigan su camino, y los que quieran quedarse, que se sienten y compartan el café mientras aún humea.

La vida no está hecha para esperar a nadie.
Está hecha para vivirla, para reír, para bailar aunque llueva.
Porque mientras una espera, se pierden amaneceres, abrazos y carcajadas.

Así que no, no quiero ser Penélope.
Prefiero ser Amalia: la que suelta el hilo, cierra la puerta con cariño y sigue caminando con Coco por la orilla, sabiendo que lo mejor de la vida no se espera… se vive.

* Penélope es un personaje de la mitología griega. Era la esposa de Ulises (u Odiseo), quien partió a la guerra de Troya y tardó veinte años en regresar. Para no casarse con otros pretendientes, Penélope tejía un manto de día y lo deshacía de noche, esperando fielmente su regreso. Su historia simboliza la espera, la paciencia… y también el tiempo que se nos escapa cuando vivimos aguardando a alguien que quizás ya no vuelve.





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