martes, 30 de diciembre de 2025

Gracias por estar ahí

Estamos a punto de terminar el año.
Y cuando el calendario empieza a pedirnos que pasemos página, a mí me nace parar un momento, respirar hondo… y dar las gracias.

Gracias por estar aquí.
Gracias por leerme.
Gracias por asomarte a este rincón, aunque sea en silencio, aunque sea de vez en cuando, aunque solo te lleves una frase que te acompañe un poquito más.

Este blog no serían palabras sin quien las lee.
No sería refugio sin quienes entran.
No sería hogar sin las personas que, de una forma u otra, hacen que todo cobre sentido.

Este año ha tenido de todo, como la vida misma. Días luminosos y días más callados, momentos de certeza y otros de aprendizaje. Y en muchos de ellos he escrito desde aquí, tal y como soy, con el corazón por delante… muchas veces con Coco a mi lado, mirándome con esos ojitos suyos que lo dicen todo, recordándome que lo importante casi siempre es más sencillo de lo que creemos.

Él no entiende de años que empiezan o terminan, pero sí de compañía, de presencia y de cariño. Y quizá por eso me ha enseñado tanto este tiempo: a vivir más despacio, a disfrutar lo pequeño y a agradecer lo que está, sin darle tantas vueltas.

Por eso hoy quiero decirte gracias.
Gracias por formar parte de este espacio tan mío y, al mismo tiempo, tan compartido.
Gracias por quedarte.
Gracias por volver.
Gracias por sentir.

Deseo que el año que está a punto de comenzar te trate con suavidad.
Que te regale calma cuando la necesites, fuerza cuando haga falta y luz incluso en los días grises.
Que no tengas que aguantar los días, sino vivirlos.
Que te permitas ir a tu ritmo y escucharte un poco más.

Ojalá el nuevo año venga lleno de momentos pequeños que lo digan todo:
una risa inesperada, un abrazo sincero, una conversación bonita, una paz que se instale dentro.

Aquí seguiré, compartiendo palabras, reflexiones y pedacitos de vida.
Con Coco cerca, con el corazón abierto y con la certeza de que siempre hay algo por lo que agradecer.

Gracias por este año compartido.
Gracias por estar.
Gracias por leer.

Con todo mi cariño,
El Rincón de Amalia



lunes, 29 de diciembre de 2025

Despedimos el 2025 con gratitud y alegría


Este año lo empecé sola… bueno, no del todo, porque Coco estaba a mi lado. Ni siquiera nos comimos las uvas: a las doce ya estábamos en la cama, los dos juntos, tranquilos y felices en nuestra soledad compartida. Porque aunque estábamos solos, estábamos muy felices.

Enero llegó lleno de celebraciones. Cumplí 65 años rodeada de amigas, risas y regalos con un aperitivo lleno de cariño. Al día siguiente, Coco cumplió 12 años, y también celebramos con amor y alegría, compartiendo momentos que se quedan en el corazón más que cualquier regalo.

La vida siguió su curso, tranquila y feliz. En marzo preparé todo para mi viaje a México, incluidos los planes para Coco, pero al final él no vino: se quedó en España porque no quería entrar en el traspotín. Abril fue inolvidable: poder abrazar a mi hijo después de un año separados, disfrutar de su compañía, de México, de cada instante juntos. Mayo trajo la despedida; él se quedaba allí, y yo volvía a España, con recuerdos que llenan la memoria y el corazón de felicidad.

El verano nos regaló días cálidos, comidas con amigos, barbacoas, risas y tranquilidad. 

Octubre fue mágico: una escapada de diez días a un pueblo de la costa, frente al mar, con Coco a mi lado. En un hotel que es como nuestra casa, siempre vamos Coco y yo cada año a pasar unos días al mismo hotel. Diez días de descanso, buena comida, paseos por el paseo marítimo y reencuentros con vecinas queridas de cuando viví allí, disfrutando de momentos que se hacen inolvidables.

Y así, entre conciertos, fiestas, cumpleaños y más barbacoas, el año fue pasando, lleno de momentos sencillos pero intensamente felices. 

Bueno, no me comí las uvas, pero eso no ha impedido que el año 2025 esté siendo un año maravilloso.

Al despedir este año, doy gracias por todo: por la salud, por mi hogar, por la comida en la mesa, por los paseos diarios con Coco, por la alegría de mi hijo, y por cada sonrisa compartida. Gracias a Dios por permitirme disfrutar de la vida de manera sencilla, plena y feliz. Porque al final, lo más valioso es disfrutar de cada día, rodeada de quienes amo y con la certeza de que la felicidad está en los pequeños momentos que hacen grande la vida.

¡Gracias, 2025, por tantos recuerdos felices! Y aún nos queda lo mejor para cerrar el año con alegría y gratitud.



domingo, 28 de diciembre de 2025

La mujer más afortunada del mundo


Hoy me siento, sin exagerar, la mujer más afortunada del mundo.
Porque cuando una se da cuenta de que está rodeada de ángeles con nombre propio, la vida se vuelve más amable, más ligera y profundamente agradecida.

Hoy uno de esos ángeles ha venido a verme.
Enri, mi amiga, mi vecina de cuando vivíamos en la casa de la playa. Médica, sí, pero sobre todo buena persona, de esas que siempre están, que cuidan sin hacer ruido y que aparecen justo cuando más falta hacen. Ha venido acompañada de su hermana, Sion, y me han dado una sorpresa preciosa: una caja de cava blanco y rosado, ecológico, hecho por su sobrino, con un tapón original, de esos que se abren como las cervezas, no el corcho de siempre. Todo cuidado, especial, pensado con cariño.

Pero lo importante no era el cava.
Lo importante eran ellas.

Con Enri he compartido mucho más que charlas. Cuando vivíamos en la casa de la playa, ella y yo éramos un poco… trastillas 😄. Lo reconozco ahora y me entra la risa. Nos íbamos a “sustraer” limones que sobresalían hacia la calle, limones que no eran de nadie, que casi pedían ser cogidos. Llevábamos una escalera, Enri se subía, yo sujetaba la escalera… y allí estábamos las dos, felices, cómplices, riéndonos como niñas. Lo pasábamos de maravilla.

Hoy, al recordarlo, no he podido evitar reírme.
Y la vida, que tiene mucho sentido del humor, ha querido que hoy Enri me trajera limones… pero esta vez limones de su propio limonero, de su casa, ecológicos, hermosos, sin travesuras ni escaleras. Limones llenos de historia, de cariño y de recuerdos compartidos.

A Enri nunca podré agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Cuando yo vivía en la casa de la playa, siempre estaba pendiente de mí y de mi familia. Siempre disponible, siempre cercana, siempre con esa forma suya de cuidar que no se olvida.

Enri es un ángel en mi vida.
Una amistad que apareció sin esperarlo, pero que yo no quiero perder nunca. De esas personas que deseas que sigan a tu lado hasta el último día de tu vida, porque hacen el camino más bonito, más humano y más verdadero.

Hoy doy gracias.
Gracias por Enri.
Gracias por Sion.
Gracias por los recuerdos, las risas, los limones robados y los regalados.
Gracias por los ángeles que la vida pone en mi camino.

Y hoy, con el corazón lleno, lo digo sin dudar:
soy una mujer profundamente afortunada. 🍋



sábado, 27 de diciembre de 2025

Navidad y amor del bueno

Hay regalos que no se envuelven en papel, sino en emoción. Esta Navidad he querido hacerle uno muy especial a Coco, mi compañero de vida, mi alegría diaria, mi refugio.

Coco no es solo mi perro. Coco es mi familia, mi calma, mi motivo para sonreír incluso en los días más grises. Está a mi lado siempre: cuando río, cuando me canso, cuando me cuesta… y también cuando la casa se queda en silencio. Su presencia lo llena todo.

Por eso esta canción nace directamente del corazón. No es solo una canción: es un gracias, es un te quiero infinito, es una forma de decirle cuánto significa para mí y lo importante que es en mi vida. Está hecha con verdad, con emoción y con todo el amor que siento por él.

Hoy quiero compartirla con vosotros, porque el amor sincero también merece ser contado. Porque quienes convivimos con un animal sabemos que su cariño es puro, leal y eterno.

Aquí os dejo el enlace al vídeo con la canción que le he regalado a Coco esta Navidad. Ojalá os llegue al alma tanto como a mí.

Con todo mi cariño,

El Rincón de Amalia

Canción para Coco



Sábado, 27 de diciembre


Hoy ha sido uno de esos días grises por fuera y muy luminosos por dentro. Ha llovido sin parar, de esa lluvia constante que invita a quedarse en casa, a bajar el ritmo y a dejar que las cosas bonitas pasen despacito.

No hemos salido apenas: solo hasta la esquina, lo justo para que Coco hiciera sus cositas, y de vuelta al calor del hogar. Y aun así, ha sido un día que me ha cundido muchísimo.

Entre lluvia y lluvia, he vivido algo muy especial. Le pedí a un chico que me hiciera una canción para Borja, mi hijo, y hoy me ha enviado el resultado… una canción preciosa, llena de emoción, de verdad y de amor.

Borja y yo estamos separados por kilómetros, pero no hay distancia capaz de enfriar un lazo tan fuerte. Esta canción ha sido como tender un puente invisible entre los dos, como decirle sin palabras cuánto lo quiero, cuánto lo echo de menos y lo orgullosa que estoy de él. De esas canciones que no solo se escuchan: se sienten muy dentro, en ese lugar donde viven los abrazos que no pueden darse.

Por eso he querido hacer este vídeo y compartirlo con vosotros. Porque hay canciones que no son solo canciones: son abrazos, son mensajes que viajan lejos, son pedacitos de alma.

Aquí os dejo el enlace al vídeo que acabo de subir a YouTube, con esta canción tan bonita dedicada a Borja. Ojalá la sintáis tanto como la he sentido yo.

Gracias por estar siempre ahí, por acompañarme también en los días de lluvia.

Con cariño,

El Rincón de Amalia.

Canción para mi hijo




¿y esto para qué lo quiero yo?

Hoy, entre mocos, tos, mantita, y lluvia llevamos tres días con lluvia. Me dio por ordenar la vida.  

Como estoy resfriada y apenas salgo, solo lo justito para que mi Coco de su paseito y haga sus cositas, pues tengo más tiempo para estar en casa. Y ya sabes: una, aburrida, mira para un cajón… y de repente está metida en una misión arqueológica.

Me puse a abrir cajones que ni recordaba, a romper papeles que llevaban años durmiendo ahí, a sacar tickets antiguos, garantías de cosas que ya ni existen, tarjetas de personas que hace siglos no forman parte de mi historia. Cosas que un día guardé como si fueran tesoros… y hoy simplemente dije: “¿y esto para qué lo quiero yo?”

Y mientras llenaba la bolsa de basura, me di cuenta de algo: por dentro hacemos lo mismo. Guardamos emociones viejas, ya caducadas. Rencores, culpas, miedos… historias que pesan más que un catarro mal llevado. Cosas que ocupan espacio, dentro y fuera.

Así que hoy no solo limpié cajones: también me limpié el alma.
Dejé ir lo que ya no me sirve, lo que estorba, lo que pesa.
Y abrí espacio para lo que sí quiero en mi vida: calma, amor, paciencia, compasión y perdón.

Y cuando hay orden afuera y adentro, aparece esa sensación de aire nuevo, de espacio libre, de “hala, ahora sí cabe lo bonito”. Y ahí eliges qué se queda: amistades que te abrazan aunque estés moqueando, vínculos que suman, momentos que curan.

Y también dejo, como siempre, un huequito libre en mi corazón.
Un rincón por si algún día alguien necesita un abrazo, una escucha o una palabra que alivie. Ese espacio dice mucho de quiénes somos y de cómo amamos.

Hoy ha sido un día de limpiar cajones…
pero sobre todo, de ordenar el alma.
Que cuando dentro hay orden, entra en la vida cosas bonita sin pedir permiso. 



viernes, 26 de diciembre de 2025

Dos años, y sigues aquí


El día 26 de diciembre hace dos años que Hundo se fue.
Traspasó el arco iris de los perritos… ese lugar del que dicen que no hay dolor, solo carreras, juegos y alegría.
Hundo no era solo “el perro de mi hijo”. Pasó mucho tiempo conmigo. Formó parte de mi día a día, de mi casa y de mi corazón. Era un Boston Terrier precioso, bueno hasta decir basta, cariñoso, dulce… y también un poco trastillo, como solo lo son los que tienen alma alegre.
Lo recuerdo mucho.
Cuando miro sus fotos, está ahí.
Y hay una, colgada en el pasillo, que siempre me acompaña. Cada vez que paso, es como si me mirase. Y yo le miro de vuelta. No hace falta decir nada. Nos entendemos.
Allí, al otro lado del arco iris, sé que no está solo. Está con Duncan, mi otro perrito, mi caniche blanco. Aquí no llegaron a conocerse, pero estoy segura de que allí se reconocieron al instante. Como si se hubieran estado esperando. Imagino a los dos corriendo, jugando, felices, sin prisas, sin despedidas.
Han pasado dos años, sí.
Pero Hundo vive en mi corazón.
Y vive en mis recuerdos cotidianos, en los silencios, en las miradas que no se olvidan.
Cada día les pido a Hundo y a Duncan que cuiden de Coco.
Que lo protejan, que lo acompañen desde donde estén.
Y siempre les digo lo mismo:
que no tengan prisa.
Que Coco no tenga prisa en ir a verlos.
Un día llegará ese momento, y jugarán juntos… pero que tarde mucho, mucho en llegar.
Porque el amor no se va.
Solo cambia de lugar.



Gracias por estar ahí

Estamos a punto de terminar el año. Y cuando el calendario empieza a pedirnos que pasemos página, a mí me nace parar un momento, respirar h...