De Barcelona a México, un viaje lleno de descubrimientos, reencuentros y momentos inolvidables.
✈️ El comienzo del viaje: de Barcelona a Madrid y de Madrid a Cancún.
Salí de Barcelona rumbo a Madrid, y desde allí, tras muchas horas de vuelo, llegué finalmente a Cancún. Allí me esperaba mi hijo, a quien no veía desde hacía un año. La emoción de ese reencuentro fue inmensa.
Pasamos unos días en Cancún donde probé por primera vez bebidas típicas como la michelada, la chelada y el ojo rojo.
La michelada es una bebida refrescante hecha con cerveza, jugo de limón, salsas picantes y sal, perfecta para el calor.
La chelada es una variante con más limón y salsa, aún más ácida y picante.
El ojo rojo es similar pero con el toque especial del clamato, un jugo de tomate con sabor a mar.
También probé en un restaurante en la playa, "cóctel de camarones". El cóctel de camarón es un platillo frío que lleva camarones cocidos y varios ingredientes frescos, lo sirven en una copa grande. El cóctel de camarones es ideal para el clima caluroso de esa zona.
🏡 Valladolid: historia, cultura y sabores.
De Cancún nos fuimos a Valladolid, donde nos alojamos en una casa preciosa, casi una mansión, con un porche encantador.
Visitamos el imponente Monasterio de San Bernardino de Siena, conocido por su espectáculo nocturno de luces que ilumina su historia y arquitectura. Paseamos por la Plaza Grande y vimos la hermosa catedral.
En una taquería local probé el taco al pastor, uno de los emblemas de la comida mexicana. Es un taco hecho con carne de cerdo marinada en una mezcla de chiles y especias, cocinada en un trompo vertical, y servida con piña, cebolla, cilantro y salsa. Un sabor único y delicioso.
También disfrutamos de las aguas frescas de sabores: la que más me gustó fue la de flor de jamaica y la horchata de arroz. ¡Me encantaron!
🟡 Izamal y pueblos cercanos.
En ruta hacia Mérida hicimos parada en Izamal, conocido como “El Pueblo Amarillo” por sus casas pintadas en un hermoso tono amarillo ocre. Comimos una deliciosa sopa de lima y visitamos el Monasterio de San Antonio de Padua, un lugar histórico y muy bonito.
También paseamos por sus calles empedradas y visitamos pueblos pequeños y encantadores como Temozón y Mishiná, que nos regalaron tranquilidad y belleza.
🌞 Mérida: calor, tradiciones, cumpleaños e insectos.
En Mérida pasamos la mayor parte del viaje, casi 15 días, en una casa acogedora con un bonito porche.
Allí me llamó la atención que todos los días pasaban vendedores ambulantes con sus carritos ofreciendo agua de coco y otras aguas de sabores frescos. Nunca había probado el agua de coco y me fascinó.
En Mérida celebramos el cumpleaños de mi hijo Borja, un momento muy especial durante el viaje, lleno de cariño y alegría.
Y fue también en Mérida donde viví una de las experiencias gastronómicas más sorprendentes: comí hormigas y saltamontes. Me gustaron mucho. Estaban sazonados, crujientes y sabrosos. Son parte de la tradición culinaria ancestral mexicana, especialmente en la región sur. Me sorprendió lo mucho que me gustaron.
También probé muchos más platos tradicionales como sopa de frijol, panuchos, solbutes y cochinilla pibil todas estas comidas con un toque picante.
Visitamos los bailes tradicionales yucatecos, hicimos un tour por la ciudad en bus turístico (¡con un calor tremendo!) y fuimos al Mercado San Benito, un lugar enorme donde puedes encontrar de todo: frutas, verduras, ropa, utensilios... También probamos chicharrón, carne de cerdo muy frita, parecida al torrezno.
🍽️ Comer en Santa Ana: sabor y simpatía.
Otro mercado importante en Mérida es el Mercado Santa Ana, donde la comida casera yucateca se vive en cada esquina.
Los camareros, con mucho entusiasmo, se acercan a ofrecerte sus platillos, creando un ambiente simpático y acogedor. Probamos el relleno negro, un guiso con carne cocida en una salsa especial hecha con chile quemado, muy sabroso y diferente.
La gente de esa zona es muy amable y cercana, siempre con una sonrisa, siempre dispuestos a ayudarte o a contarte una historia. En cada rincón se respira cariño, color y sabor.
Lo que me sorprendió gratamente de México, es como la gente sabe disfrutar de la vida.
Los mexicanos desayunan con ganas, con platos llenos de sabor y tradición. Yo estoy acostumbrada a los desayunos de aquí que lo normal es un café con leche y un croissant, allí desayunan carne, huevos, frijoles, tortillas, plátanos fritos... ¡Un festín!
Mérida me ha dejado enamorada. Su gente amable, su cultura que es riquísima, y su ritmo de vida te invita a bajar revoluciones y disfrutar el momento.
Y no puedo olvidarme de sus "marquesitas" un dulce típico y delicioso. Las marquesitas es una crepe delgada y crujiente recién hecha y rellena a tu gusto. El relleno clásico y más tradicional es queso de bola rallado y nutella. Esa mezcla de queso salado y dulce es lo que la hacen tan especiales. Yo me comí varias.
🌿 Caucel: tranquilidad y magia ancestral.
Nos mudamos a Caucel, un lugar tranquilo cerca de Mérida donde encontramos una casa con piscina privada, ideal para refrescarnos.
Allí viví una experiencia muy especial: una limpieza energética realizada por un chamán yucateco. Usando una rama mojada en un líquido especial, me ayudó a sentir paz y conexión con la cultura ancestral maya. Aunque hablaba en su idioma nativo y no entendía todo, fue muy impresionante.
🍳 Motul y sus huevos motuleños.
Desde Mérida visitamos Motul, famoso por sus huevos motuleños, un desayuno contundente y delicioso. Los comimos en el Mercado 20 de Noviembre, que estaba llenísimo de gente ya a media mañana.
Es un plato que combina huevos fritos sobre tortilla con frijoles negros, salsa de tomate, jamón, chícharos y plátano maduro frito. Un sabor que nunca olvidaré.
🌊 Puerto Telchac: un respiro junto al mar.
Cerca del final del viaje, estuvimos dos días en Puerto Telchac, un pequeño puerto costero tranquilo, perfecto para desconectar, aunque sin muchas actividades o lugares turísticos.
✈️ El regreso: despedidas y esperanza.
Volvimos a Cancún para pasar la última noche. Fue difícil despedirme de mi hijo, que se quedó allí, lejos.
El vuelo de regreso a casa fue largo y lleno de sentimientos encontrados, pero me recibió la alegría de ver a mi perrito Coco, cuidado con mucho amor durante mi ausencia.
Este viaje me recordó la importancia de la familia, del amor a distancia, y la esperanza de volver a reencontrarnos pronto. Mi hijo es mi única familia, y aunque me gustaría tenerlo más cerca, sé que está construyendo su vida.
He vuelto a casa con la maleta llena de recuerdos, el corazón lleno de amor y con ganas de volver algún día.
Y desde este rincón, mi rincón, quiero animaros a todos a descubrir ese México profundo, vibrante y lleno de alma.