lunes, 8 de diciembre de 2025

Constipada… pero con el corazón lleno de alegría

Un día bonito… incluso moqueando

Hoy escribo desde mi rinconcito, envuelta en mi manta calentita, con la nariz moqueando sin descanso, el ojo lloroso como si hubiese visto una tragedia griega y la cabeza protestando desde que me desperté. Tengo tos, estoy congestionada, me duelen las cervicales… pero aquí estoy, escribiendo con una sonrisa medio torcida pero sincera. Porque, aunque mi cuerpo hoy esté de huelga, mi corazón está lleno de alegría.

¿Por qué? Porque hoy ha sido un día especial.
Mi blog ha recibido más de doscientas visitas. ¡Más de doscientas! Eso para mí es como un abrazo gigante de toda la gente que pasa por aquí. Siento como si cada persona que entra dejara una lucecita encendida, y hoy mi blog brillaba como un árbol de Navidad.

Y no acaba ahí. También se han vendido cinco libros de mi libro Siempre hay un motivo para sonreír. Cinco libros que llevan un pedacito de mí a casas que no conozco pero que ya siento cerquita. Cinco libros que, además, tienen un propósito precioso: todo lo que se recaude lo voy a donar para la ayuda contra el cáncer. Porque creo que cuando la vida te regala cosas bonitas, hay que devolver un poquito de esa luz.

Si te apetece tenerlo, te dejo por aquí el enlace para comprarlo.

👉Siempre hay un motivo para sonreír


Y sí, lo vuelvo a poner más abajo, que luego me decís que no lo encontráis:

(Lo repetiré al final de la entrada, por si acaso.)

Y, entre todo esto, mi pequeño Coco. Él solo necesitó mirarme esta mañana para obligarme a salir a la calle aunque mi cuerpo no quisiera ni ver la luz. Le he dado un paseo, solo uno hoy, pero suficiente para que moviera el rabito feliz como siempre. Iba contento, oliéndolo todo, y yo detrás, con mi paso lento pero con cariño, cumpliendo con mis deberes de mami perruna. A veces cuesta, pero ellos también nos curan un poquito el alma.

Así que sí, hoy toso, moqueo, me llora el ojo y me duele todo…
Pero hoy es un día bonito. Un día de esos que te recuerdan que la vida te sorprende incluso cuando tú estás hecha un trapito.

Y como prometí, aquí va otra vez el enlace, por si te apetece llevarte mi libro a casa:

   👉Siempre hay un motivo para sonreír




Estos días conmigo y con Coco


Estos días no están siendo mis mejores días. Llevo un par de días con tos, mocos y ese malestar típico de las gripes de otoño-invierno, cuando un día hace frío, al siguiente calor, y el cuerpo ya no sabe si abrigarse o ponerse a tomar el sol. Y claro… al final dice: “¡Hasta aquí hemos llegado!”.

Así que, aunque estamos en plena Feria de la Purísima, este año me toca vivirla desde casa. No puedo ir porque no me encuentro del todo bien, pero tampoco pasa nada. Me arreglo un poquito, lo justo para sentirme bien, y solo salgo a dar una vueltecita corta con Coco, que él sí que no perdona su paseo ni su momento de olfatearlo todo.

El resto del tiempo lo estoy dedicando a mí. Como no puedo hacer mucho, aprovecho para estar tranquila, escribir, adornar un poquito la casa y disfrutar del calor de hogar con mi Coco al lado. Oye, que tampoco está tan mal tener unos días así, de pausa, de manta, de cuidarme y de escuchar lo que mi cuerpo necesita.

Hace dos días que no voy al bar… ¡dos días! ¡Muchísimos! (Qué exagerada soy). Pero bueno, esto se pasa. Es solo una gripe de esas tontas que vienen por los cambios de temperatura. Y mientras pasa, aquí estoy: tranquila, agradecida y acompañada por mi perrito, que siempre me mira como si fuera la mejor versión de mí misma, incluso con tos y con la nariz roja.

Pronto estaré mejor. Y volveré a disfrutar, al bar a tomar mi café con leche, a mis paseos largos y a mis días alegres. Pero hoy, me permito estar así: más lenta, más suave, más conmigo.





domingo, 7 de diciembre de 2025

Bendita imperfección

 


Mira, yo adoro mi bendita imperfección, mi vida medio remendada y llena de remolinos, mis cambios de humor que a veces vienen como tormenta de verano, y esta forma mía de darlo todo cuando algo o alguien me llega al alma.

Adoro ser mujer, con mis locuras sanas, mis sueños de poeta, mis cursilerías que me hacen reír de mí misma, y mi corazoncito enamoradizo que siempre está dispuesto a sentir.

Sé que no soy fácil, que a veces tengo un genio que ni yo me aguanto, que soy de ideas firmes como una encina y cuesta que me hagan cambiar de rumbo. Pero también sé lo que valgo, y tengo bien claras mis prioridades: primero quererme yo, porque sin amor propio nadie puede caminar con la cabeza alta. Y gracias a eso estoy en el sitio que me corresponde, y no en cualquier rincón donde me traten a medias.

Soy de esas que lloran cuando hay que llorar, que ríen a carcajadas sin importar quién mire, que abrazan fuerte, que cantan en la cocina mientras se hace el café, y que no se callan lo que sienten. Y aunque a veces me llamen cabezona, prefiero eso a ser de las que se dejan llevar sin voz ni voto.

Así que, quien me quiera así, con mis rarezas, mis carcajadas y mi manera de andar por la vida a mi aire… ¡bienvenidos sean! Aquí caben todos los que sepan querer de verdad, con respeto, con ternura y con ganas de compartir la aventura.




jueves, 4 de diciembre de 2025

Otoño a mi manera

Lo que más me gusta del otoño es cuando empieza a dejarse notar.

Cuando las tardes se van acortando y toca sacar la chaqueta de entre los trastos del armario.
Cuando el suelo se llena de hojas y el aire huele a tierra mojada, y el café de la tarde vuelve a tener sentido.

El otoño tiene algo de descanso, como si el año dijera: “hale, baja el ritmo, que ya está bien de correr.”
Y yo le hago caso.

Ahora los paseos con Coco son más cortitos, salimos más temprano porque se hace de noche antes, pero los disfrutamos igual, oliendo el aire fresco y pisando las hojas que crujen como si cantaran.
A veces nos sentamos en un banco a mirar cómo cae el sol, y pienso que la felicidad también está ahí, en ese ratito tranquilo, con mi caniche blanco a mi lado y sin necesidad de hacer grandes planes.

El otoño no trae promesas locas, trae calma.
Y a mí, a estas alturas, eso me sienta de maravilla.





Cuatro lujos

A veces se nos olvida, pero tenemos que parar un momentito y darnos cuenta de lo afortunadas que somos por haber llegado hasta aquí. A esta edad en la que las tonterías ya no nos pesan, las verdades brillan más y el corazón va por delante. Hemos perdido cosas, sí… pero también hemos ganado lujos que no se pagan ni con todo el oro del mundo.

  • El primero, para mí, es la salud.
Ese es mi gran tesoro. Cuando somos jóvenes ni la miramos, damos todo por hecho… y luego la vida nos enseña que sin salud no hay nada. Aunque alguna pieza haga ruido, aunque el cuerpo ya no vaya tan deprisa, la salud que tenemos, la que queda, la que se mantiene, es un lujo que agradezco cada mañana. Porque sigo aquí, respirando, caminando, disfrutando el día pasito a pasito. Y eso es vida.

  • El segundo lujo es el amor.
El de la familia, el de los amigos, el de la gente buena que la vida nos puso en el camino. A veces se nos olvida lo importante que es un abrazo, una llamada, una risa compartida. Ese cariño que sostiene, que acompaña, que levanta. Ese sí que es un tesoro… porque quien tiene amor, tiene hogar aunque viva sola.

  • El tercero es la paz.
Vivir en paz, dormir tranquila, cerrar los ojos sabiendo que no le has hecho daño a nadie. Eso no tiene precio. La paz que da una conciencia limpia, la paz de haber hecho las cosas con el corazón, la paz de saber que lo que no depende de ti… lo sueltas. Esa calma vale más que cualquier cosa.

  • Y el cuarto lujo es la sabiduría.
La de saber comportarse, la de saber estar, la de valorar lo bueno… y también lo no tan bueno, porque de ahí vienen las lecciones más grandes. La sabiduría de entender que todo llega y todo pasa, y que cada caída te enseña, cada error te pule, cada momento te hace más fuerte y más bonita por dentro.

Así que hoy, abrázate fuerte.
Porque llegar hasta aquí es un privilegio…
y vivirlo con gratitud, con cariño, con humor y con alegría, es el lujo más grande de todos.



miércoles, 3 de diciembre de 2025

Bueno, aún tengo tiempo


Hay un momento, no sabes ni cuándo llega, en el que te das cuenta de una verdad que antes te daba igual: ya no te quedan tantos años como pensabas.
Así, sin drama. Simplemente lo ves.
Un día te dices: “Bueno, aún tengo tiempo”…
y al siguiente te cae la ficha de que cada día que pasa es uno menos en la cuenta.
Y lejos de asustarte, te despierta. Te pone las pilas. Te afina la mirada.

Porque entonces entiendes algo que antes no valorabas: que lo importante no es cuánto tiempo queda, sino cómo lo vas a vivir a partir de ahora.

Y ahí cambia todo.

Porque ya no estás para desperdiciar otoños.
Ni para dejar inviernos enteros en pausa.
Ni para pasar por la vida como si fuese un trámite.
Ahora toca saborearlo todo, incluso lo que antes ni mirabas dos veces.

Es otoño: pues a vivirlo.
A sacarle el jugo a los días fríos,
a las tardes que huelen a café caliente,
a las caminatas con chaqueta y manos en los bolsillos, a las conversaciones que se alargan sin prisa.
A reír más fuerte, a hablar más claro, a decir que sí a lo que apetece y que no a lo que no suma.

Porque puede que no nos queden tantos años como antes, pero lo que sí nos queda, y esto es oro puro, es la libertad de vivirlos como queremos.
Sin tonterías, sin miedos, sin perder tiempo con lo que no importa.

Y ahí está el verdadero lujo de esta etapa:
ahora sabes lo que vale un instante.
Sabes lo rápido que pasa un otoño,
lo fugaz que es un abrazo, lo especial que es una risa que te dobla el cuerpo.

Y precisamente por eso, lo que viene puede ser increíble.
No por la cantidad, sino por la calidad.
Por las ganas.
Por la consciencia.
Por ese brillo nuevo que te entra cuando decides empezar a vivir de verdad.

Así que sí: a partir de ahora, toca apurar la vida.
Toca exprimir cada estación como si fuera la última.
Toca estar presente, despierta, decidida.
Toca disfrutar este instante, porque, aunque suene rotundo, es lo único que tenemos garantizado: el ahora.

Y oye… qué gustazo vivirlo con todas las ganas.




lunes, 1 de diciembre de 2025

Un día de sol, un café y una lectura que me ha dejado sonriendo


Hoy, después de dos días de frío de esos que te dejan el cuerpo encogido, por fin salió el sol. Y claro, Coco y yo no hemos tardado ni un minuto en aprovecharlo. Nos hemos ido a nuestro bar de siempre, ese tan precioso, con su terracita perfecta donde el sol nos daba un poquito de calorcito.

Los primeros en llegar, como dos señores: Coco y yo.

Nos hemos sentado tranquilitos, disfrutando del solito, y poco a poco han ido llegando amigas y amigos, hasta formarse un grupito tan bonito, sin planearlo, simplemente porque la vida nos regala gente buena… aunque sí, habíamos quedado todos por WhatsApp a las 11, pero aun así salió natural y precioso.

Cada uno ha pedido lo que le ha dado la gana: que si café con leche, que si un bocadillito de queso, que si una Coca-Cola… lo típico de una mañana muy nuestra. Yo, como siempre, mi café con leche. Y mira tú por dónde, hoy estaba Antonia, una amiga mía que sabe leer los posos de café.

Hace tiempo que no se lo pedía, pero hoy me ha dado por decirle:

—Venga, Antonia, léeme los posos de café.

Y ahí ha empezado la risa.

Porque yo no es que crea mucho en esas cosas, pero hija… hoy me lo he querido creer todo. Me ha dicho que me viene dinero (¡mira qué bien!), que hay varios hombres alrededor mío, y que si no estoy con ninguno es porque no me da la gana, que se ve un viaje largo en mi camino (y yo ya pensando en México, a ver a mí Borjita), y que en general me ve una vida en movimiento, bonita, llena de cosas buenas.

Y yo, ¿qué quieres que te diga?

Hoy me lo he tomado en serio.

Me ha alegrado el día, y yo, que estoy en modo positivo, pues mira: que venga lo bueno. Que venga el dinerito, que venga el viaje, que venga la alegría. 

¡Ya está bien de tanto frío! Hoy el sol ha salido para Coco y para mí.

Y ha salido para recordarme que hay días simples, normales, que se convierten en preciosos cuando tienes al lado a la gente adecuada… y cuando te dejas creer en las cosas que te hacen sonreír.




Constipada… pero con el corazón lleno de alegría

Un día bonito… incluso moqueando Hoy escribo desde mi rinconcito, envuelta en mi manta calentita, con la nariz moqueando sin descanso, el o...