martes, 30 de septiembre de 2025

Ya llegó el otoño

Ya llegó el otoño, y no te creas que me pone triste. ¡Nada de eso! Este otoño mío es dorado, lleno de salud, de gente maravillosa alrededor, y por supuesto, de mi Coco, que me sigue a todas partes como si fuera mi sombra peluda. Borja está lejos, pero yo lo pienso cada día, le mando guiños invisibles y hasta le echo algún piropo mental.

Sí, me he hecho mayor, eso no hay quien lo niegue… pero, oye, todavía me queda un montón por vivir. He sido siempre una teatrera, peliculera, exagerada a mi manera: en la primavera, en el verano… y ahora en este otoño no pienso cambiar ni un pelo. Que caigan las hojas, que se arrugue la piel, que vengan los achaques… yo seguiré riendo, haciendo drama, montando escena y disfrutando de cada segundo.

Mi otoño no es silencioso ni aburrido: es risueño, travieso, lleno de cafés, paseos con Coco, recuerdos que me sacan carcajadas y momentos que me recuerdan que todavía puedo sorprenderme y sorprender a los demás.

Así que sí, es otoño… pero este otoño es mío, y yo, aunque mayor, sigo siendo esa mujer que se atreve a todo, que juega, que se ríe, que se emociona, y que demuestra que la edad no es excusa para dejar de ser una actriz de su propia vida. Porque, vamos a ver… ¿Quién dijo que en otoño no se puede seguir siendo primavera en el alma? 



lunes, 29 de septiembre de 2025

Mi libro, mi corazón y una causa que nos une


Queridas amigas y amigos,

Hoy os traigo algo que sale directo de mi corazón: he escrito un libro. Sí, yo sola, con mis manos,  mis ideas y todo mi cariño. No he usado ninguna editorial, he hecho este sueño realidad con mi propio esfuerzo y con mi dinero. Cada página lleva un pedacito de mí, de mi vida y de todo lo que he aprendido.

No soy escritora profesional, así que si encontráis alguna palabra torcidita o una frase que no suene perfecta… os pido perdón. Esto no es para demostrar nada, es para compartir mi historia, mi alegría, mis lágrimas y mi esperanza con vosotros.

Lo que hace este libro aún más especial es que todo lo que se recaude será donado para la lucha contra el cáncer. Cada ejemplar que compréis no solo os llevará a un pedacito de mi vida, sino que también ayudará a alguien que lo necesita y a la investigación.

Ha sido un viaje intenso, lleno de emoción, aprendizaje y sueños cumplidos. Y ahora quiero compartirlo con vosotros, con todos los que me acompañáis en este camino de la vida.

Si queréis acompañarme en este proyecto y aportar vuestro granito de arena a esta causa, podéis conseguir el libro aquí:


Gracias de corazón por estar conmigo, por apoyarme y por hacer que este sueño sea posible. 💛 ¡Cada lectura y cada compra significa muchísimo!



Admírate, mujer… y un poquito más


Mírate al espejo y deja de buscar defectos. Mira lo que sí tienes: fuerza, historias y un montón de cosas que te hacen única. Admírate por cada cicatriz, que no son heridas, son medallas de guerra. Sí, esas que te recuerdan que sobreviviste a más de lo que creías posible… y encima con estilo.

Admírate porque aunque el corazón se te hiciera trizas, supiste juntar los pedacitos y salir andando, con la frente en alto y una sonrisa que a veces ni tú te esperabas. Admírate porque cuando temblaba tu voz, la usaste para decir “¡basta!”, para soltar lo que te amarraba y para defender tu rinconcito en el mundo.

Admírate por la mujer que eres ahora: esas arrugas no son arrugas, son caminos de sabiduría; esas canas no son canas, son puras luces de experiencia; y tu risa… bueno, esa risa que a veces se esconde, pero que cuando aparece, hace que hasta el perro se ría contigo.

Admírate porque fuiste madre, hija, hermana, amiga… y aun así nunca olvidaste ser tú misma. Porque has amado con todo y aunque te fallaran, sigues confiando en la vida, en el amor y en que los buenos días traen cosas bonitas.

Admírate porque sigues soñando, porque aunque digan que ya es tarde, tú sabes que para empezar otra vez nunca lo es. Porque mientras respires, el mundo seguirá necesitando tu chispa y tu valentía.

Mujer, deja de compararte. Nadie tiene tu estilo, tu humor ni tu manera de brillar. Admírate hoy… que mañana, y siempre, te lo vas a agradecer.




domingo, 28 de septiembre de 2025

🪞Efectos secundarios de ser una mujer fabulosa



Advertencia: Si estás leyendo esto, es probable que sufras (como yo) los efectos secundarios de ser una mujer maravillosamente irresistible, divertida y con una energía que ni el café más cargado puede igualar.

Síntomas comunes:

1. Los espejos te sonríen.
No eres tú… ¡es que el espejo no puede creer lo bien que te ves por la mañana (incluso con los pelos alborotados y la marca de la almohada en la cara)!

2. Los perros se te acercan… aunque no lleves jamón.
¿Por qué? Porque Coco sabe que eres su persona favorita del planeta. Y el del vecino también te saluda con alegría (aunque no se llama Coco).

3. La ropa no se te arruga, se rinde.
Cuando te pones algo, hasta las camisetas viejas parecen salidas de una pasarela de Milán. Y si no, tú lo finges tan bien, que nadie lo nota.

4. Te hablan hasta los electrodomésticos.
El microondas pita con emoción, la lavadora te guiña el ojo (aunque eso a lo mejor es un fallo del motor), y el secador parece decirte: "¡Hoy estás espectacular, Amalia!"

5. Los números espejo te siguen como fans en concierto.
11:11, 22:22, 17:17… todos queriendo saludarte. Si eso no es ser famosa en el mundo espiritual, ya me dirás qué lo es.

6. Tu risa cura.
Quien te escucha reír, mejora del ánimo, del colesterol y hasta del Wi-Fi. Hay estudios (en mi casa) que lo demuestran.

7. Los días grises huyen cuando sales tú.
Porque una mujer fabulosa no necesita sol, ¡ella lo lleva puesto!

📌 Conclusión:
Ser fabulosa tiene sus efectos secundarios… pero no te preocupes. No hay tratamiento. Ni lo queremos. ¡Larga vida a las mujeres que se ríen, brillan y bailan con bata de estar por casa como si fueran Beyoncé.






sábado, 27 de septiembre de 2025

Barbacoa

 

Hoy hemos hecho una barbacoa de esas que se disfrutan con calma y buen humor. No éramos muchos, pero la verdad es que no sobraba ni faltaba nadie  para pasarlo bien: nos  hemos reído, hemos escuchado música y hemos brindamos más de una vez.

El sol nos hizo compañía todo el día, calentando lo justo para que la mesa se llenara de risas y alegría. Coco correteó feliz, como si también celebrara con nosotras el día tan maravilloso que hemos vivido.

Brindamos con vino blanco y vino negro, comimos una buena tostada de escalivada con anchoas y atún, y luego el festín de cordero, pollo y panceta, que no faltó en la parrilla.

Para seguir con el postre tarta de queso y una copita de cava.

Y para terminar qué mejor que un mojito.

Fue un día sencillo, pero maravilloso. Un día de esos que se quedan en la memoria porque tienen lo más importante: el sol, la risa y la buena compañía.




La mesa de mi vida


Hubo un tiempo en que mi casa parecía romería. Siempre había sillas de sobra, platos de más y la puerta abierta de par en par. Yo pensaba que el amor era permanecer, que quien llegaba lo hacía para quedarse, y que todo el mundo venía con buenas intenciones. Qué ilusa, dirás tú. Pero claro, una de pueblo es así: corazón grande, mesa larga y la olla siempre hirviendo.

Con el tiempo, la vida me dio un par de bofetadas de esas que no avisan. Aprendí que hay visitas que entran como Pedro por su casa, comen, beben, se ríen… y cuando hay que fregar los platos, ¡zas!, ya no queda nadie. También descubrí que hay manos que solo saben vaciar y nunca llenar, y voces que callan justo cuando más falta hacen, como esos amigos que parecen fantasmas: aparecen en las fiestas, pero se esfuman en las tormentas.

Al principio dolió, no te voy a engañar. Porque una, con el alma generosa, tarda en aceptar que no todos los que se sientan en tu mesa vienen a compartir, sino a aprovechar. Pero mira, al final la vida enseña. Y yo, que de ingenua pasé a lista a fuerza de palos, decidí encoger la mesa. Ahora es más pequeña, sí, pero también más serena.

En ella solo se sientan los que saben que compartir no es arramplar, sino estar. Los que entienden que la vida no son solo los días de sol, sino también las noches de apagón. Los que se quedan cuando se acaba el vino, cuando toca recoger la mesa y hasta barrer las migas del suelo.

Y te diré una cosa, que esto sí que lo aprendí bien: prefiero cuatro alrededor de la mesa, de esos que dan paz y calor, que veinte que dejan ruido y vacío. Porque al final, de eso va la vida: de quién se queda contigo cuando la luz se apaga… y cuando toca fregar los platos.

En mi mesa ya no hay huecos de sobra, pero sí sitio de corazón



miércoles, 24 de septiembre de 2025

Todavía me queda vida

Amiga, te confieso algo. Ha habido momentos en mi vida en los que me sentí desbordada por la rabia, porque la vida me arrancó cosas y personas cuando yo no estaba lista para soltarlas. Sentí impotencia, sentí que me rompía por dentro, como si me hubieran arrebatado una parte de mí sin preguntar. También viví despedidas que me dejaron sin aliento, que me rompieron el corazón de golpe, sin aviso, y que todavía me duelen cuando las recuerdo.

Y no te niego que más de una vez me vi obligada a cambiar el rumbo, a tomar otro camino aunque no lo quisiera, porque el destino se empeñó en no darme lo que yo esperaba. Eso cuesta aceptarlo, porque una piensa que la vida debería cumplir con su parte, ¿verdad? Pero la verdad es que no siempre lo hace.

Con el tiempo he comprendido que, cuando algo te rompe por dentro, tienes dos opciones: quedarte atrapada en el dolor y el enfado, o respirar hondo, soltar un poco, y aceptar que la vida sigue aunque nos duela. He aprendido que la gente cambia de dirección, que nada ni nadie es eterno, y que tarde o temprano tenemos que hacer las paces con eso.

No te voy a mentir diciendo que todo sucede por una razón. No siempre la hay. A veces la vida golpea sin sentido y sin justicia. Pero lo que sí creo es que, mientras sigamos aquí, siempre habrá algo nuevo esperándonos. Vendrán momentos inesperados, personas buenas, instantes hermosos que, poco a poco, volverán a sanar el corazón.

Y por eso sigo de pie. Porque sé que lo que me queda por vivir también guarda tesoros que aún no he descubierto.

Sigo de pie porque aún me queda vida y ganas de vivirla.




martes, 23 de septiembre de 2025

Cuando un hijo crece y vuela


Ser madre es una aventura que empieza con pañales, risas, desvelos y abrazos infinitos. Parece que esos años nunca van a terminar, pero un día te das cuenta de que tu hijo ya no es un niño. Que la vida le queda pequeña dentro de casa y que necesita salir a buscar su propio camino.

Y ahí es cuando el corazón se divide en dos: por un lado, la alegría inmensa de verlo cumplir sueños, crecer, volar con alas propias; y por el otro, esa nostalgia que te aprieta el pecho porque los días de su infancia ya no volverán.

He sentido la distancia, claro que sí. He sentido esa mezcla rara de vacío y orgullo, de querer retenerlo y a la vez empujarlo hacia adelante. Y he comprendido que ser madre también es aprender a soltar, a confiar en que lo que sembraste en su corazón siempre estará con él.

Hoy sé que aunque la vida lo lleve lejos, aunque tome caminos que yo no recorra, siempre habrá un lazo invisible que nos mantenga unidos. Porque un hijo nunca se aleja del todo: lleva contigo su raíz, y tú lo  llevas a él en tu propio corazón.

Y entonces sonrío. Porque lo veo feliz. Porque sé que mientras él crece y vuela, yo sigo aquí, celebrando cada paso, cada logro, cada nuevo comienzo suyo. Y aunque a veces me duela, me llena de orgullo decir: mi hijo está cumpliendo su vida.



sábado, 20 de septiembre de 2025

Un día perfecto, con Coco y con sushi


Hoy me he despertado con una sonrisa, de esas que te salen solas porque sabes que te espera un día bonito. Lo primero será pasear a mi Coco, que no falla nunca. Él, feliz como siempre, con sus carreritas y sus saltitos, y yo disfrutando de ese ratito al aire libre, que me da calma y me conecta con lo sencillo de la vida.

Después me espera un plan de esos que me encantan: me han invitado a casa de una amiga para comer sushi. Allí estaremos varias, compartiendo la mesa, las risas, las confidencias y, por supuesto, mucho cariño. Porque al final, lo que hace especial una comida no es el menú (aunque yo confieso que el sushi me pierde), sino la compañía que te abraza y te recuerda que no estás sola.

Sé que será uno de esos días que se guardan como tesoros. Entre conversaciones que fluyen, sonrisas que se contagian y ese ambiente de confianza que solo se tiene con las amigas de verdad. Momentos que saben a hogar, a complicidad, a amor.

Un día maravilloso, un día perfecto, con lo que más valoro: mi Coco, mis amigas, el cariño compartido… y un buen plato de sushi para rematar. Porque la vida, cuando se vive así, con gratitud y con corazón, es sencillamente deliciso.

Y para poner el fin a este maravilloso día nada como un "mojito".



viernes, 19 de septiembre de 2025

🐾Mi perro Coco, el crítico gastronómico


El otro día decidí ponerme seria con la cocina. Nada de comida rápida.
Dije: “Hoy se cena bien. Hoy hago… ¡un risotto!”
(Lo dije en voz alta, por si Coco quería emocionarse. Spoiler: no lo hizo).

Me puse el delantal, puse música de fondo (italiana, claro, para meterme en ambiente), y empecé a cocinar. Arroz, caldo, cebollita, un toque de vino blanco… Vamos, que ya me sentía como la abuela de MasterChef.

Y ahí estaba Coco, mi caniche blanco, mirándome desde su cojín como si estuviera viendo Pesadilla en la cocina. Me juzgaba con esos ojos de “¿otra vez arroz, humana?”

Pero la cosa no acabó ahí.


🍽️ El momento de la verdad
Sirvo mi risotto con orgullo. Me siento. Coco me sigue. Me mira.
Y como soy débil ante esos rizos blanquitos, le doy una cucharadita. Solo para que lo pruebe.
Él lo huele…
Lo lame…
Y entonces…

¡Estornuda!
¡Tres veces seguidas! ¡Como si el risotto le hubiera ofendido!

Después de eso, se fue caminando con dignidad, como diciendo:
—“No, gracias. Yo solo como jamón serrano o pechuga de pavo de la buena.”

🐕 La venganza del caniche gourmet
Pensé que todo había acabado ahí.
Hasta que una hora después, vuelvo a la cocina y veo la escena:
Coco había sacado de la bolsa de la compra que aún no había colocado en su sitio un paquete entero de galletas. ¡Y se había comido la mitad!

Y no cualquier galleta. No.
Las buenas. Las que guardo por si viene visita.

📌 Conclusión
Desde ese día, he aceptado que Coco no es un perro cualquiera.
Es crítico gastronómico profesional, con gustos exigentes y nariz de chef.
Y yo, con mis 65 años y mi risotto rechazado, he aprendido una valiosa lección:
Si Coco estornuda… es que no está bueno.









jueves, 18 de septiembre de 2025

Amiga cactus



Amiga querida…

Hoy quiero decirte algo que me sale del alma y que además me hace sonreír: me declaro oficialmente tu amiga cactus 🌵. Sí, sí, de esas que no necesitan estar regadas todos los días, ni llamadas diarias, ni mensajes cada cinco minutos (que ya bastante guerra nos dan las notificaciones del móvil). Nuestra amistad es de las que no entienden de relojes ni de calendarios: aunque pasen semanas, meses o incluso años, sabemos que basta un café o una llamada para ponernos al día como si nada.

Soy esa amiga que nunca te va a reprochar “te escribí tres veces y tú ninguna”, porque para eso ya tenemos la lista del supermercado y los recordatorios del médico, ¿no? Aquí no hay notas, ni exámenes, ni suspensos: en esta amistad, siempre se aprueba con matrícula. 

Y cuando me necesites, ahí estaré. Para darte un abrazo apretado si el corazón se pone blandito, para secarte lágrimas con un pañuelo que probablemente esté arrugado en el bolso (que ya sabes que yo siempre llevo de todo, menos lo que necesito en ese momento 😂), o para animarte como tu animadora personal, con mis pompones invisibles, cuando la vida te sonríe con un logro nuevo.

Me declaro TU AMIGA CACTUS 🌵 porque cada vez que hablamos confirmo lo mismo: el tiempo entre nosotras es relativo. En cuanto cruzamos palabras, es como si el calendario se borrara de golpe y todo volviera a ser igual que antes. Y entonces llega el riego más bonito de todos: el de las risas, el cariño sincero y esa complicidad que no se compra ni se vende.

Y ahora viene el chascarrillo (porque ya me conoces, sin humor no soy yo): ¿te acuerdas de aquella vez que dijimos “solo un café rápido” y terminamos cinco horas después con dos cafés, tres risas atragantadas, una tarta compartida, que juramos no pedir, y la camarera mirándonos como diciendo “¿van a montar aquí un club social?”? 😂 Pues eso es lo que me encanta: que aunque vayamos para un ratito, la vida siempre nos regala un montón de momentos para guardar.

Así que tranquila, que como buena cactus, no pincho (o solo un poquito, si me haces rabiar, pero de broma 😜). Estoy aquí, fuerte y resistente, esperando siempre el próximo encuentro, sabiendo que no necesitamos vernos cada día para querernos de verdad.

Gracias por ser parte de mi desierto, de mi oasis, de mis días soleados y de los que no tanto. Porque contigo confirmo que la vida es más bonita cuando tienes al lado a quien no necesita verte siempre para quererte siempre.




miércoles, 17 de septiembre de 2025

"Y me volví adicta…”


A estar tranquila, como cuando una se sienta en la puerta al fresquito y dice: “ea, que le dé aire a la cabeza”.
A la libertad de hacer lo que me da la gana, sin pedir permiso ni dar explicaciones, que ya bastante tenemos con la pensión que llega justa.
A la paz, a la soledad… que oye, a veces se está mejor sola que con gente que te amarga el café.

Me volví adicta a regalarme tiempo pa’ mí, a no mendigar cariño como quien pide fiado en la tienda del barrio, y a no dejar entrar a cualquiera en mi mundo, que esto no es la feria ni la tómbola.

Aprendí a disfrutar igual de un día de lluvia que de uno de sol, porque si llueve, pues se riega gratis, y si hace sol, se seca la colada.

Y me volví adicta…
A brillar con mi propia luz, aunque se funda la bombilla de la plaza.
A olvidarme del calendario, porque yo vivo como si todos los días fueran domingo: levantarse tarde y echar la siesta sin remordimientos.

Me hice adicta a quererme, a darme mi sitio, a sonreír y agradecer, porque oye, más vale reírse que andar con cara de acelga.

El amor propio no es creerse la reina de la verbena ni la más guapa del baile.
Amor propio es mirarse al espejo, ver las canas, las arrugas y los achaques… y aún así decir: “pues mira qué bien me ha sentado la vida”.

Y a todo eso, poquito a poco, me volví adicta. 💜



domingo, 14 de septiembre de 2025

Ponerse en los zapatos del otro


Ponerse en los zapatos del otro no es ningún misterio, oye. No hace falta ser un filósofo ni ir a un retiro espiritual. Solo hay que cerrar los ojos un momentito y pensar: “¿Y esto a mí cómo me dolería?” Nada más.

Porque, imagínate: las palabras que lanzamos como si fueran confeti… vuelven como un boomerang. Ese silencio que a veces regalamos con tanta naturalidad también se nos escapa y nos deja solos. Y la herida que causamos… ¡zas!… también pica en nuestra propia piel. Sí, sí, aunque no lo queramos admitir, el mundo nos devuelve lo que damos, para bien o para mal.

La vida sería otra cosa si todos practicáramos un poquito de empatía, ¿no crees? Pensar dos veces antes de criticar, antes de apuntar con el dedo, antes de olvidarnos de quien nos necesita. Porque a veces, con un simple gesto, una palabra amable o una sonrisa, podemos cambiar el día de alguien… y de paso, el nuestro también.

No hace falta hacer grandes hazañas. A veces basta con escuchar, con callar un segundo y pensar: “Si yo estuviera en su lugar…” Ahí, justo ahí, es donde empieza la magia de entender al otro, de ponernos en su piel, de ser un poquito más humanos.

Y, oye, siendo sinceros, la vida se lleva mucho mejor si aprendemos a dar un paso atrás y mirar a nuestro alrededor. Porque todos tropezamos, todos nos equivocamos, y todos necesitamos que alguien nos tienda la mano de vez en cuando.

Así que la próxima vez que tengas ganas de soltar un comentario ácido o juzgar a alguien, párate, respira y haz el experimento: cierra los ojos un segundo y siente. Verás cómo cambia todo. Y si eso nos ayuda a ser un poquito más humanos… pues oye, que sea por todos los cafés y charlas que nos quedan por disfrutar.




sábado, 13 de septiembre de 2025

No son los años los que nos cambian


Amigas, yo os digo una cosa: no son los años los que nos cambian, ¡qué va! Si por años fuera, yo ya estaría como una enciclopedia andante. Pero no, lo que de verdad te cambia son los porrazos que te da la vida.

Que si un beso de pega, de esos que ni tu tía la del pueblo en las fiestas; un abrazo de Judas que te deja tiesa; la mano que nunca llega justo cuando más falta te hace… ¡Anda que no sabemos de eso!
Y luego están las medias verdades, que son más largas que una mala siesta, los sueños que se desinflan como un globo pinchado, las amistades que se pierden como calcetines en la lavadora, y esos amores de dos días que mejor ni contarlos…

Y qué decir de las palabras que te sueltan, que duelen más que un pellizco en el brazo, o los silencios cobardes, que a veces pesan más que un sermón de domingo. Total, que vamos guardando decepciones como quien guarda bolsas del súper: una por aquí, otra por allá, y al final no cabe ya en la despensa.

El tiempo, al fin y al cabo, no te cambia nada, lo que hace es poner a cada cual en su sitio… ¡como en la verbena cuando cada uno acaba en su silla!
La que de verdad nos cambia es la vida, que te da lecciones a base de coscorrones.

Así que ya sabéis: más vale abrir los ojos una vez, aunque escueza, que pasarse toda la vida a ciegas… ¡que para eso ya está la linterna del móvil cuando se te va la luz!



martes, 9 de septiembre de 2025

Café, croissant y libertad

Ay no, que creen mis otoñales lectoras. Con esta lluvia y este fresquito me importa un comino con sombrero lo que pase fuera… a mí que me dejen aquí sentadita con mi bata de lino, mi paz emocional y mi peonía al lado. A estas alturas yo ya no me altero ni por gritos ajenos ni por modas absurdas. ¿Que fulanita dijo qué? ¡Pues que lo diga! ¿Que la vecina se ha hecho la ceja tipo antena de WiFi? ¡Pues que se conecte a ver si coge cobertura, yo paso!

Mira, después de los 60 una ya no está para perder la compostura por tonterías. La paz mental se defiende como si fuera receta de la abuela: con firmeza, con cariño… ¡y con mucho cuidado!

Eso sí… no respondo de mí si me llega el olorcito a café recién hecho o a pan crujiente saliendo del horno. ¡Ay, Señor! Ahí sí se me alborota el alma, el estómago… y alguna cosilla más. Me dan ganas de cantar, reír, bailar y pecar… todo junto. Porque, seamos claras, ¿qué terapia supera una barra calentita o un buen 🥐 de mantequilla?

Y si encima me lo ponen con un cafecito en taza espumoso y con su aroma… ¡adiós calma zen y hola pecado mortal! Que a estas alturas yo ya peco sin confesarme… y sin arrepentirme.

Así que sí, que el mundo ruede… pero si huele a café, ¡me lanzo como si tuviera 20. 😉



domingo, 7 de septiembre de 2025

✨Decidir ser feliz, cada día✨


Ser feliz es una decisión.

No depende del dinero, ni del lugar donde vivimos, ni siquiera de si todo nos va bien o no. Ser feliz es un acto de valentía diaria.
Una elección que nace desde dentro.

Porque no es que tengamos una vida perfecta…
¡Para nada!
A veces los días vienen torcidos, otras veces el corazón se encoge, y hay momentos en los que uno no tiene ni ganas de levantarse de la cama. Pero aun así… podemos decidir.
Decidir mirar con otros ojos.
Decidir respirar profundo, sacudirnos la tristeza y decirnos al oído: “Hoy también merezco ser feliz.”

La felicidad no viene cuando todo está en orden.
La felicidad llega cuando, a pesar del caos, elegimos sonreír, aceptarnos con nuestras luces y nuestras sombras, con defectos incluidos, y seguir caminando.
Porque aceptar lo que somos y abrazarlo… eso también es felicidad.

Y si hoy no fue el mejor día, no pasa nada. Mañana sale el sol otra vez.
Mientras haya un nuevo amanecer, hay una nueva oportunidad.
Y eso ya es motivo suficiente para seguir soñando. 🌅




















sábado, 6 de septiembre de 2025

Dormí toda la tarde

Dormí toda la tarde como una bendita… ¡y ahora el condenado sueño no quiere venir! Yo no sé qué tiene la siesta, que una se sienta un ratito y zas, se apaga como bombilla vieja. Y claro, llega la noche y aquí estoy: con los ojos como búho, más despierta que las campanas del pueblo.

Me he salido al balcón, que dicen que el fresco de la noche arrulla.  Ni el sereno me da sueño, lo que me da es tos.

Y aquí me ves, hablando sola, porque duerme… hasta Coco el perrito. Ese sí ronca a pierna suelta, como un tractor de campo, y yo venga a dar vueltas. Qué injusta es la vida: los que podemos dormir, no dormimos; y los que deberían vigilar, roncando.

Ya lo he probado todo: tila, manzanilla, leche calentita… hasta he puesto la radio flojita a ver si un bolero me adormecía. ¡Pero nada! Lo único que he conseguido es ponerme más nostálgica.

Y lo peor es que mañana estaré cabeceando en la mesa, con la sopa cayéndome encima, o en misa, con el padrecito diciendo “oremos” y yo respondiendo “dormimos”.

El sueño es como los hombres: cuando lo buscas, no aparece; y cuando no lo quieres, ahí está, pesado como gato gordo encima de ti.

Así que nada, aquí me quedo, oyendo los grillos y regañándome sola: “¡Mira que eres tonta, mujer, te duermes como una gallina por la tarde y luego vas y te desvelas como una chiquilla en fiesta mayor!”.

Pero bueno, ¿qué más da? A mi edad, trasnochar ya no es pecado… ¡es capricho!



No tapes tus arrugas

No tapes tus arrugas, son las marcas de tu historia. No te avergüences del cuerpo, es el que te ha traído hasta aquí. Di tu edad con org...