viernes, 31 de octubre de 2025

A mi bola


Estoy gozando mi vejez a mi bola, con arte y sin pedir perdón, aunque el espejo cabrón se empeñe en devolverme una cara que parece sacada de un lunes resacoso. Pero bah, ¿qué sabrá el espejo de estilo? Estilo es andar por la vida con las arrugas bien puestas, con la piel marcada de historias y con la cabeza alta, como diciendo: “aquí sigo, joder”.

A estas alturas ya no ando pidiendo permiso ni dando explicaciones. Que me apetece dormir hasta las mil, pues duermo. Que quiero un café a las diez de la noche, me lo meto pa’ dentro, aunque luego me pase la madrugada dando vueltas en la cama como croqueta mal hecha. Yo ya no me disfrazo de nada, ni aparento lo que no soy. La vejez trae la mejor libertad: ser yo, con dos cojones (o mejor dicho, con dos ovarios).

De joven la vida me dio hostias como panes. Me tumbó, me revolcó, me dejó hecha polvo. Y yo, cabezota como soy, lloré, me cabreé, me recogí los pedazos y seguí pa’lante. Y ahora entiendo que aquello era como el gimnasio: entrenamiento puro pa’ llegar aquí, de pie, con la risa todavía viva y el descaro más grande que nunca.

Hoy agradezco lo simple: un techo que no se me cae encima, mi gente que no me suelta, y los amigos que me buscan aunque sea para rajar de la vecina, la muy valiente, que se embute en leggings fosforitos como si fuera influencer. Y, sobre todo, agradezco estar aquí, porque no todos tienen la suerte de llegar a esta edad con la lengua afilada y el corazón todavía dando guerra.

Sí, no lo niego: la vejez duele. La rodilla cruje más que la puerta del trastero, la espalda protesta por todo… pero me pongo un vestido rojo, me echo un vinito, suelto un par de carcajadas bien sonoras y digo: ¡sigo viva, hostia! Y mientras respire, la vida sigue siendo el mejor regalo.

Aquí estoy: vieja, testaruda, descarada y con estilo. Pintando mis días de alegría, aunque sea con cuatro crayones mordidos. Porque la moda más guapa a mi edad es la gratitud, y el lujo más grande… seguir jodiendo la marrana.







miércoles, 29 de octubre de 2025

Siempre hay un motivo para sonreír


De todas las lecciones que la vida me ha dado, y mira que me ha dado unas cuantas, la principal es esta: que vivir no es un camino recto ni siempre dulce… pero ay, qué maravilla seguir caminando.

Hay decisiones que cuestan, miedos que nos hacen temblar, lágrimas que parecen no tener fin…
Pero también hay risas que nos devuelven el alma, abrazos que curan, y momentos en los que entendemos que, después de la tormenta, la vida siempre vuelve a oler a esperanza.


He aprendido que todo tiene su tiempo: lo que duele, enseña; lo que se va, deja espacio; y lo que llega, siempre trae una sorpresa.

Porque sí, la vida es eso: sufrir, aprender, levantarse, reír… ¡y volver a empezar las veces que haga falta!

Y yo soy un ejemplo de ello: de que somos mucho más fuertes de lo que pensamos…
y con mi libro, demuestro que siempre, siempre hay un motivo para sonreír. 🌷



Siempre hay un motivo para sonreír



¡Compra mi libro aquí!

¡Hola, lectora divertida! 😏💛 Escribe un comentario con tu emoji favorito o unas palabritas sobre esta entrada. **El comentario más original se llevará un ejemplar de mi libro** 📖✨

Sí, soy intensa, qué le vamos a hacer.


Hago drama, lloro por todo, y si algo me duele… lo publico, con su indirecta bien puesta, ¡faltaría más!
Porque fingir que no siento no se me da.
Y si quiero, quiero con el alma entera, no a ratitos ni por temporadas.

Dicen que soy exagerada, pero nadie sabe lo que me callo.
Yo perdono, sí, pero olvidar… eso ya es otro cantar.
Me hago la dura, pero cuando nadie me ve, me derrumbo con todo el repertorio.
Y aunque diga “ya no me importa”, ahí estoy, mirando si la vida me devuelve alguna señal.

Que si soy tóxica, dicen… ¡anda ya! Lo que tengo es buena memoria y un corazón que no sabe hacer las cosas a medias.
Me acuerdo de cada promesa, de cada palabra bonita, y de cada gesto, hasta del más tonto.
Porque cuando doy, doy de verdad… sin cálculo ni reservas.

Así que sí, soy habladora, cabezota y un poquito teatrera, pero también soy leal, sincera y con un corazón que no me cabe en el pecho.
Y mira, que diga la gente lo que quiera… porque yo ni me disculpo ni me quito lo bailao.
Y al que no le guste, que mire pa otro lao.



domingo, 26 de octubre de 2025

Me falta un tornillo


Ah, caray… toda la vida me han dicho que me falta un tornillo. Y yo, oye, bien orgullosa, como si me hubieran colgado una medalla olímpica en el pecho. Porque te voy a decir la pura verdad: el tornillo que me falta es justo el que me hace bailar en la cocina con la escoba como si fuera Ricky Martin, hablar con mi perrito Coco como si entendiera de amores y de enredos mejor que cualquier psicólogo, y soltar la carcajada en la fila del banco cuando me acuerdo de aquel chiste subidito de tono.

¿Y qué? Pues nada, que la vida se disfruta más feliz y sabrosa con un tornillo flojo.
Mientras algunos andan apretados, serios, derechitos como si trajeran corsé de hierro, yo voy suelta, ligera, sin miedo al ridículo. ¿Tú crees que a estas alturas de la película voy a andar preocupándome por parecer una señora formal? ¡Ni hablar! Yo soy la loca alegre del barrio, la que canta en el mercado, la que baila con la música y con la bolsa de la compra en la mano… y si me animo, hasta te suelto un par de pasitos atrevidos para que vean que todavía traigo cuerda.

Porque, mira, los tornillos flojos son los que nos salvan. Son los que nos hacen correr bajo la lluvia sin importar el peinado, comernos el pan con las manos como si fuera un pecado delicioso, o decir un “te quiero” con mirada pícara, aunque nadie lo entienda.

Así que consejo gratis: no te pongas nunca ese tornillo que te falta. Déjalo perdido, que es justo el que te da alas, carcajadas y esa libertad juguetona que hace que la gente diga: “Mira, ahí va Amalia… con Coco, con su tornillo flojo, bailando, y con la chispa que no se le apaga”.

Porque sí, mi amiga: los cuerdos se mueren de aburridos… y las locas felices, como yo, ¡vivimos bailando y tentándole un poquito a la vida!



viernes, 24 de octubre de 2025

No tapes tus arrugas

No tapes tus arrugas,
son las marcas de tu historia.
No te avergüences del cuerpo, es el que te ha traído hasta aquí.

Di tu edad con orgullo, los años no sobran ni faltan.
No extrañes a la mujer que fuiste, ella te trajo hasta la que eres hoy.

Ahora eres más lista, ya no te engañan los cuentos.
El sol te calienta igual, el aire te llena los pulmones, 
y el viento te recuerda que sigues viva.

Camina, aunque sea despacio, porque lo bonito es el camino.
Ya no miras la envidia, ni te peleas con el espejo.
Sabes que la vida es corta,
y por fin eliges vivirla sin perder el tiempo.

💋





miércoles, 22 de octubre de 2025

Sola… y en paz


Sola… y en paz. No porque no tenga opciones, sino porque he elegido estar conmigo. Porque he descubierto que la verdadera compañía empieza dentro. Estar sola no es un castigo, ni una etapa vacía, ni una sala de espera para algo mejor. Estar sola es un refugio, un espacio sagrado donde me reencuentro con quien soy, sin filtros ni distracciones.

He aprendido que el silencio no es enemigo, es maestro. Que mi voz interior, esa que tantas veces ignoré, tiene mucho que decirme. Ahora la escucho. La respeto. Ya no me asusta estar a solas con mis pensamientos… ahora me invitan a descubrirme, a sanarme, a abrazarme sin condiciones.

No necesito llenar mis días de ruido ni de personas para sentirme viva. Ya no busco desesperadamente que alguien me complete. Estoy completa. En esta soledad elegida he encontrado calma, pero también fuerza. He descubierto respuestas que antes no veía, y he soltado cargas que no eran mías. Me he reconciliado conmigo y, en ese gesto, he ganado una libertad inmensa.

Sola… y en paz. Porque no se trata de estar rodeada para ser feliz, sino de sentirse en casa con una misma. Porque cuando dejas de esperar que otros llenen tus vacíos, algo cambia: se abre espacio para lo verdadero, lo que suma, lo que no exige ni resta.

Y si un día llega alguien, que sea bienvenido. Pero no para remendar huecos ni silenciar inseguridades. Que llegue libre, y que me encuentre libre. Que no venga a completar, sino a compartir.

Hoy celebro esta etapa. Esta quietud. Este amor propio que no pide permiso. Porque hay belleza en caminar sola… y una paz inmensa en descubrir que no necesito más que esto: a mí, en paz, conmigo.

✨ “No estoy sola porque nadie me quiera, estoy sola porque por fin aprendí a quererme yo.


Aquí siempre hay un rinconcito para tus palabras… aunque sean pocas, siempre me alegra leerlas. 

lunes, 20 de octubre de 2025

Café y lluvia ☕ ⛈️

 

A veces la vida se resume en lo más chiquitito, en un café bien caliente y en la lluvia dando su pasito.
No hacen falta lujos ni tesoros escondidos, basta con sentirnos vivos pa’ estar agradecidos.

El aroma que se escapa, la taza que nos calienta, la ventana que la lluvia con su soniquete revienta.
Son cosas de cada día, tan normales que no se notan,
y sin embargo son regalos que al corazón lo alborotan.

Porque la dicha no está en lo que soñamos de lejos, sino en abrir bien los ojos y ver los presentes reflejos.
Un abrazo, una risa, un silencio compartido, eso es lo que vale oro, aunque lo hayamos tenido.

Y al final, si uno aprende a mirar con calma y sencillez,
descubre que la felicidad no es un misterio, es un “gracias” profundo por lo que ya tienes, aquí, ahora… en tu propio universo diario.




domingo, 19 de octubre de 2025

Décimo día. Regreso a casa.

Después de nueve noches junto al mar, hoy tocaba volver a casa.

El día ha amanecido precioso, como casi todos estos días. Coco y yo hemos salido temprano a dar nuestro paseíto por la playa, para que él hiciera sus cositas, claro. Luego, al hotel, a desayunar.

Coco, como un señor, se ha comido su lonchita de pechuga de pavo y su quesito. Y yo, hoy, sin bocadillo, no me apetecía, me he conformado con una tostada con mantequilla y mermelada.
Después del desayuno, hemos subido a la habitación a terminar la maleta. Todo guardadito, bien colocado. Hemos bajado a recepción: la maleta, la bolsa de Coco con su camita, su pienso, su botellita de agua y unos empapadores que llevaba “por si acaso”. Pero se ha portado como un campeón: ni una noche de pipí. Y eso que ya es un señor perrito mayor.

Dejamos las maletas en consigna y nos fuimos a dar un último paseo por el paseo marítimo antes de comer. Almuerzo ligero: una ensaladita, un pescadito a la plancha y un postre, que una ya no está para empachos.

Después, a esperar en la terraza del hotel a que vinieran a buscarnos. Yo, un cortadito descafeinado, que si no, no pego ojo, y ya que tardaban un poco… pues un heladito también, ¡que estamos de vacaciones hasta el final!

Cuando por fin llegaron, recogimos las maletas, el equipaje de Coco y nos subimos al coche.
Y hace un ratito, aquí estamos: en casa.

Han sido diez días maravillosos, nueve noches que se me han pasado volando. El tiempo nos ha acompañado (salvo un par de noches de lluvia) de día ha hecho un sol divino. Yo vengo hasta morenita.

Hemos disfrutado muchísimo, pero esta noche ya toca sofá, tranquilidad, y Coco acurrucado a mi lado.
Mañana tocará poner lavadoras, pero hoy, hoy solo puedo decir: qué gusto da volver a casa.

Gracias a Dios por tanta felicidad.




sábado, 18 de octubre de 2025

Novena noche junto al mar

Hoy es mi penúltimo día aquí. Un día que, a pesar del frío de la mañana he disfrutado con el corazón lleno. Me he sentido rodeada de amor, de cariño, de amistad. De esas personas buenas que un día formaron parte de mi vida cuando vivía en este pueblo, y que hoy la vida, generosa, ha vuelto a reunir conmigo.

Nos hemos levantado temprano, Coco y yo. El aire estaba helado, o quizás era yo quien no tenía el cuerpo del todo bien, pero el frío se sentía distinto, casi vivo. Aun así, hemos salido a dar un pequeño paseo hasta la playa, para que Coco hiciera sus cositas. Después, hemos regresado al hotel, donde él ha disfrutado de su desayuno habitual, su lonchita de pechuga de pavo y su trocito de queso,  mientras yo saboreaba mis bocadillitos de queso con pan con tomate, mi zumo y mi café con leche.

Como el frío apretaba, hemos subido a la habitación. He aprovechado para ir preparando la maleta, guardando esas pequeñas cosas que siempre corren el riesgo de olvidarse: el paraguas, los cargadores, los detalles. Luego, cuando el sol ha empezado a asomar tímidamente, he salido a encontrarme con una amiga de aquellos años. Hablamos a menudo por teléfono, pero no nos veíamos desde hacía tiempo. Y qué alegría tan grande ha sido el reencuentro.

Nos hemos ido al paseo marítimo y hemos comido en un restaurante muy conocido, algo caro, sí, pero delicioso. De primero, una burrata con tomate confitado; de segundo, una fideuá exquisita; y de postre, una tarta tatin que era pura dulzura. Después, hemos paseado despacio junto al mar, disfrutando del sol y de la conversación.

Más tarde, ya de regreso en el hotel, nos hemos sentado en la terraza a tomar café e infusiones mientras esperábamos a otra amiga, a la que quería presentarles. Ella ha llegado con su hermana, una mujer encantadora, y hemos pasado una tarde preciosa las cinco, acompañadas de mi Coco, que correteaba feliz y se tumbaba al solecito.

Ha sido un día cálido, lleno de risas, de complicidad y de esa energía buena que dejan los reencuentros sinceros. Cuando ha empezado a refrescar, ellas se han marchado y Coco y yo hemos subido de nuevo a la habitación. He leído un poco, he terminado la maleta y, ya más entrada la noche, hemos salido un ratito para dar el último paseo del día.

No tenía mucha hambre, así que cené algo ligero.

 Ahora, mientras repaso mentalmente el día, siento una profunda gratitud. Ha sido un día perfecto: sencillo, lleno de afecto y de momentos que guardaré en el corazón.

Soy una mujer afortunada por las amigas que tengo, por el cariño que me rodea, por mi fiel Coco… y por poder sentir que la vida, con sus idas y venidas, siempre acaba regalándome días como este.

Gracias a Dios, a la vida y al universo por tanta belleza.




viernes, 17 de octubre de 2025

Octava noche junto al mar

El día ha amanecido bonito, con ese fresquito agradable que invita a ponerse una chaqueta.

Coco y yo hemos salido a dar nuestro paseo por la playa, como cada mañana. Ahí ha empezado su primer pipí del día, muy formal él.

Después, hemos ido a desayunar. Coco, como siempre, sus dos lonchitas de pechuga de pavo.
Yo, hoy, he cambiado el bocadillo por un buen chocolate con churros. Hoy… ¡se ha estropeado la cafetera! Así que no había café.
No pasa nada, me he dicho, ya me lo tomaré luego en otro sitio.

El paseo de después ha sido una delicia. A medida que avanzaba la mañana, el sol calentaba y el cielo se llenaba de nubes blancas preciosas, con formas caprichosas, como dibujadas con pinceladas suaves.

Hemos vuelto al hotel para que Coco descansara un poco. Ya es mayorcito, y necesita sus siestas.
Yo he aprovechado para escribir, revisar correos y disfrutar de la calma.

Más tarde, hemos salido de nuevo. Hoy estábamos solos, Coco y yo.
No me apetecía menú, el chocolate con churros me había dejado sin hambre, así que hemos tapeado un poquito: unas croquetas de cocido (Coco se ha comido dos y yo tres),  unos calamares y boquerones en vinagre.

Luego, un café con leche para llevar… y, para mi sorpresa, ¡ya había polvorones en la tienda! Cada año los ponen antes.
He comprado un par y me lo llevado a la terraza del hotel, donde me he tomado el café y uno de los polvorones mientras miraba el mar.

Después, siesta para los dos, porque sí, yo soy una “envidiosa” y si Coco duerme siesta después de comer yo también, al despertar, otro paseo por el paseo marítimo.
Coco ha jugado con otros perritos, feliz, con esa alegría que siempre tiene.

La cena ha sido ligera: una ensalada, una tortilla francesa con pan con tomate y, de postre, un yogur.
Ya en la habitación, Coco ha comido su pienso y hemos salido a dar un penúltimo paseo.

Y justo al entrar al hotel… ¡un trueno tremendo!
Menos mal que ya estábamos dentro.
El cielo se iluminaba con relámpagos que daban miedo, y la lluvia caía con fuerza.
Ha durado poco, pero ha sido intensa.

Ahora estamos tranquilos, viendo un poco la tele, mientras afuera aún suena la lluvia.
En un rato, ducha, pijama… y a dormir.
Hasta mañana que seguro que será un día todavía más bonito que hoy. 



jueves, 16 de octubre de 2025

Séptima noche junto al mar

Hoy el amanecer nos ha encontrado, como siempre, tempranito y con una sonrisa. Una ducha, y a prepararnos para empezar el día con energía. Hemos salido a dar un paseo por la playa, con ese aire fresco que acaricia la cara y el sonido de las olas acompañando nuestros pasos.

Después, de vuelta al hotel, nos esperaba el desayuno. Coco, fiel a su rutina, ha disfrutado sus dos lonchitas de pechuga de pavo, relamiéndose feliz. Yo, un bocadillito, zumo y un café con leche acompañado de una palmerita de hojaldre. Pequeños placeres que saben a vacaciones.

Antes de subir a la habitación, hemos dado una vuelta por el hotel, y al llegar a la piscina he tenido la brillante idea de soltar a Coco… ¡ay, madre mía! Se ha recorrido toda la zona como un torbellino blanco, disfrutando como nunca, y yo detrás intentando cogerlo. Al final ha venido, tan feliz, con esa carita suya que hace que le perdones todo.

Cuando el sol empezó a calentar un poquito, nos fuimos caminando… mucho, muchísimo por el paseo marítimo. Ya de vuelta Coco ya no podía más, se paraba y me miraba con esa expresión que dice “mamá, ni un paso más”. Pero llegamos, y el descanso nos supo a gloria.

La tarde fue luminosa, de esas que parecen pintadas con pincel de oro. Almorzamos algo ligero, paseamos un poco más, y el día siguió siendo perfecto: cielo claro, sin una nube, y el mar brillando como un espejo.

De regreso al hotel, Coco cayó rendido. Se tumbó en su camita y se quedó dormido al instante. Y claro, yo, que soy una copiona, también me eché mi siestecita. Al despertar, ya con el sol bajando, salimos de nuevo a caminar. Un cortado con galletitas y un paseo por el paseo marítimo, rodeados de risas, brisa y perritos. Coco hizo nuevos amigos y corrió feliz.

La cena fue sencilla, un poco de bizcocho, un trozo de sandía y poco más. Ya en la habitación, Coco comió su pienso y bebió agua con gusto. Pronto saldremos a dar una última vueltecita antes de dormir, bajo el cielo estrellado.

Y mientras tanto, doy gracias a Dios por este día hermoso, por el sol, por la calma y por el amor inmenso que nos une a Coco y a mí.
Porque cada día junto al mar es mejor que el anterior.
Porque cada día, la vida nos sonríe un poquito más.



🌙 Sexta noche junto al mar

El día ha amanecido precioso, con esa humedad que solo el mar sabe regalar. Claro, estamos tan cerca que el aire mismo parece tener sal. Ayer llovió, y esta mañana todo estaba empapado de frescura. Pero nada ha impedido que Coco y yo saliéramos a nuestro paseo habitual por la playa. Él, feliz, haciendo sus cositas y oliendo cada rincón.

Después hemos vuelto al hotel, donde nos esperaba el desayuno junto a los amigos que han venido a pasar unos días con nosotros. Coco, encantado, ha disfrutado de su ración de jamón dulce, mientras yo saboreaba mi bocadillito, el zumo, y después un café con leche con un pequeño cruasán. Todo sabía mejor al aire libre, en la terraza, con la brisa del mar acariciándonos.

Luego mis amigos han subido a por las maletas. Hoy regresaban a casa, así que los hemos acompañado hasta el coche, los hemos despedido con un abrazo y un “hasta pronto”, porque dentro de unos días volveremos a vernos en el pueblo.

Coco y yo nos hemos quedado otra vez solitos. Hacía un calor inesperado para ser otoño, casi de verano. Hemos paseado tranquilos, saludando a gente conocida, y luego hemos comido ligero: una ensalada y un pescaíto a la plancha.

Por la tarde, otro paseo por el paseo marítimo, que estaba de ensueño. Después, ya en la habitación, Coco se ha tumbado en su camita y se ha quedado dormido enseguida. Me ha dado envidia, así que he puesto la tele… y también me he dormido. Él me contagia sus siestas.

Al despertar, el cambio de temperatura fue repentino. Salí al balcón y el calor había desaparecido. En apenas media hora, el tiempo se volvió frío. Así que cojo una cazadora y nos vamos porque hemos quedado para cenar con unos amigos en un chiringuito sobre la arena.

Cenamos de maravilla. Yo una tosta de escalivada con atún y una clarita. Después, un paseo corto por el paseo marítimo, ya con el aire fresco del mar rozándonos la cara. La humedad volvía a notarse, y el frío se colaba despacito.

De regreso al hotel, estuvimos un ratito en la terraza antes de subir a la habitación. Coco cenó su comidita y, en un rato, bajaremos hasta la esquina, solo hasta ahí, porque de noche me da respeto la playa vacía y oscura. Está todo tan silencioso… que hasta las olas parecen susurrar bajito.

Luego, vuelta a la habitación, un poco de tele, y a dormir. Llevamos días caminando mucho, y se nota. Coco cae rendido, pero feliz. Y yo también. Porque aunque los días pasen rápido, aún nos quedan algunos días por vivir aquí, junto al mar, en este rincón tan bonito donde el alma se siente ligera.





miércoles, 15 de octubre de 2025

Quinta noche junto al mar



Hoy el día amaneció precioso, con un sol de esos que te hacen sonreír nada más abrir los ojos. Antes de nada, Coco y yo bajamos a dar un paseíto corto, lo justo para que él hiciera su pipí y saludara al mar. Luego, desayuno de campeones: Coco, como siempre, su trocito de jamón dulce y su lonchita de queso; y yo, mi zumo de naranja natural y un bocadillito de pan con tomate, salchichón y queso de esos que saben a gloria. Después, claro, mi café con leche y, por darme un capricho, una buena ensaimada.

Subimos un ratito a la habitación a escribir, leer un poco y hacer cuatro cosillas, y cuando llegó la señora de la limpieza, pues nada, nos fuimos de paseo. El paseo marítimo estaba que daba gusto: el mar tranquilo, el sol dorando las olas, y ese airecito suave que huele a verano aunque estemos en otoño. Primer día que el mar está en calma, ¡y qué bonito se veía!

Nos sentamos a tomar una cervecita y, mira tú, que nos han venido a ver unos amigos del pueblo. Ayer ya pasaron el día con nosotros, hoy también, y mañana se marchan, pero nos ha dado tiempo de reírnos, charlar y disfrutar de lo lindo.

Fuimos a comer a un restaurante frente al mar, uno de esos que parece que el tiempo se para. Yo pedí boquerones frititos ,un plato enorme, bien doraditos, con su ensaladita, y de segundo una dorada que estaba para chuparse los dedos. De postre, un coulant delicioso, y todo acompañado con una copita de vino blanco bien fresquito.

Después, paseo de regreso al hotel. Íbamos tan contentos cuando, de pronto, el cielo se puso negro como la boca del lobo. Parecía que iba a caer el diluvio universal. Pero mira, llegamos justo a tiempo, nos sentamos en la terraza a tomar un café y al ratito empezó a llover.

Más tarde vino a verme un amiguito del pueblo, un chico al que quiero mucho. Lo conozco desde pequeñito, ahora ya tiene 19 años, ¡cómo pasa el tiempo! Bajamos a tomar un refresco y justo empezó a llover más fuerte, así que él se fue para su casa y Coco y yo subimos a la habitación. Porque claro, Coco, ya se sabe, cuando llueve no quiere mojar sus patitas. Muy señorito, mi caniche.

Y aquí estamos, esperando a ver si escampa. Si para, saldremos a cenar fuera; y si no, cenaremos tranquilos en el hotel. Hoy escribo antes de la cena, porque la noche viene con lluvia y cielo oscuro. Pero aun así, ha sido un día precioso.

Un día de sol, de amigos, de risas y de esos pequeños regalos que te da la vida.
Gracias, Universo, por este día tan bonito, con sol, con nubes y con lluvia, pero sobre todo, lleno de amor y de momentos para recordar.






lunes, 13 de octubre de 2025

Cuarta noche junto al mar

Esta mañana, Coco y yo nos hemos vuelto a levantar temprano, muy temprano. Apenas amanecía y ya estábamos los dos caminando por la playa. Qué gusto da empezar el día así. Hacía fresquito, más que ayer, ese aire que te despierta sin café.

Después hemos vuelto al hotel para desayunar. Coco ha tenido su festín: jamón dulce y queso, como buen señorito.
Yo, mi bocadillito de salchichón con queso, pan con tomate, mi café y mi zumo de naranja. ¡Un desayuno de campeones!

Hoy venían unos amigos del pueblo donde vivimos a pasar un par de días con nosotros, así que no hemos salido muy lejos. Los hemos esperado hasta las doce, les han dado habitación, han dejado las maletas y allá que nos hemos ido a enseñarles un poquito el pueblo.

El paseo marítimo estaba precioso. Ya asomaba el sol, calentando despacito. Luego nos hemos parado a comer en una terraza preciosa, porque claro, con Coco siempre toca terraza, dentro no nos dejan. Pero nos ha dado igual, porque estábamos de maravilla. Buena comida, buena charla y ese olor a mar que lo arregla todo.

Después hemos seguido paseando, museo incluido. Muchos pasos, demasiados quizás… porque ahora mismo Coco está tumbado sin moverse, rendido, y yo igual, que ya no siento los pies.

Al volver al hotel, cada uno a su habitación. Un ratito de descanso, cambio de ropa, y luego nos hemos juntado en mi balcón con una botella de vino y unas patatas fritas. Qué gusto esos momentos sencillos que saben a gloria.

Al caer la tarde hemos vuelto a salir. El sol ya bajaba, el aire se ponía más suave, y nos hemos ido a un chiringuito sobre la arena. Desde allí hemos visto anochecer, el cielo poniéndose de todos los colores. Qué espectáculo.

Yo me he comido un bocadillo de atún riquísimo, y he probado por primera vez un Aperol. ¡Qué curioso! Rosita, con hielo, bonito de ver y más aún de beber. Fresquito y alegre. Me ha gustado, aunque con uno he tenido bastante.

Después, de regreso al hotel, un cafelito en la terraza. Los demás han pedido copita, pero yo ya no, con el Aperol iba servida.

Ahora son las diez de la noche. Coco ha cenado su pienso y ya está medio dormido. Dentro de un ratito bajaremos al paseo marítimo para su último paseo del día, aunque me da un poquito de respeto ir sola de noche.

Y luego, a descansar.
Porque mañana será otro día y disfrutaremos 
más y mejor. Siempre más y mejor.

Gracias al universo, gracias a la vida, por estos días tan bonitos junto al mar. 
Ah, y parece que esta noche lloverá. Se ven relámpagos a lo lejos. Ojalá llueva con ganas, pero que mañana, por favor, vuelva a salir el sol.




domingo, 12 de octubre de 2025

Tercera noche junto al mar

 Nos hemos levantado temprano, muy temprano, a las siete ya estábamos paseando. A esa hora, el paseo marítimo estaba casi vacío, aún oscuro, con ese silencio que solo rompen las olas. Coco y yo caminábamos tranquilos, él feliz, oliendo cada rincón, y yo disfrutando de verlo disfrutar. Apenas nos hemos cruzado con dos o tres personas haciendo footing. Un “buenos días” y cada uno ha seguido su camino.

El aire estaba fresco, pero ha valido la pena madrugar. Ver cómo el día poco a poco se despierta es un regalo. El mar, el cielo aclarando, el sonido de las olas… todo tan simple y tan perfecto.

Después del paseo, hemos vuelto al hotel y hemos desayunado en la terraza, esa donde también pueden estar los perritos. Yo con mi café y mis tostadas, y Coco feliz con su trocito de jamón dulce. Luego, un ratito de descanso y, cómo no, otro paseo. Estos días he venido para eso: no hacer nada. Solo escuchar el mar, relajarme, pensar y escribir. Ya tengo un libro escrito, y entre paseo y paseo, van surgiendo ideas para el segundo.

A mediodía he ido a comer a un restaurante con terraza. Nada de lujo, pero encantador. De primero, arroz negro, delicioso, y de segundo bacalao con escalivada. No he podido terminármelo todo, ya sabéis que con mi fagofobia como poquito. De postre, un flan casero, sencillo pero rico, y todo eso con una copita de vino.

Después, paseo de nuevo, terraza, lectura, siesta al sol… Y todo el día el móvil diciendo que iba a llover, pero ni una gota a caído. Al contrario, por la tarde ha salido un sol precioso. Me encantaría que lloviese un día, de esos de lluvia intensa que tanto me gustan, pero hoy el cielo decidió regalarme sol.

Por la tarde, un aperitivo al atardecer, otro paseo tranquilo y, ya de noche, una ensaladita ligera y un yogur, un paseo con Coco por la playa cortito porque está muy oscuro y no hay nadie paseando y me da un poquito de miedo, y ahora ya es hora de descansar. 

Un día más de mar, de calma, de momentos simples pero llenos de vida.

Mañana seguimos 🌸





sábado, 11 de octubre de 2025

🌊 Segunda noche junto al mar


Hoy ha amanecido un día tranquilo. Nos hemos levantado temprano y bajado al desayuno: un buffet libre lleno de tentaciones. Café, zumos, croissants, churros… hasta chistorra y huevos, pero yo por la mañana no soy de cosas tan fuertes. He disfrutado de unos churritos con café, un croissant, dos vasos de zumo y un capuccino delicioso.

Después, Coco y yo hemos salido a pasear por la playa. El día no estaba del todo bien, momentos de sol, momentos de nube, y mucho viento, así que no hemos ido al paseo marítimo porque el mar estaba bravísimo. Hemos preferido pasear por dentro del pueblo, tranquilos.

Más tarde, un aperitivo que se ha convertido en comida: patatas bravas buenísimas, croquetas caseras de cocido, callos, bacalao… todo acompañado con una copita de vino blanco, que a mí me encanta.

De vuelta al hotel, una siesta de dos horas con Coco. La tele encendida, pero sin verla, solo el silencio, el descanso y ese viento que seguía soplando fuera.

A las seis hemos vuelto a salir. Cuatro gotitas que no han mojado ni el suelo, el aire fresco, y un paseo largo por las calles. En una cafetería nos hemos tomado un zumo de naranja natural y hemos conocido a un chico argentino, muy majo y guapísimo. Ya hemos hecho amistades.

Hemos caminado muchísimo hoy, muchos pasos, muchas risas. Al caer la tarde, el viento se calmó y pudimos por fin pasear por el paseo marítimo, con el sonido del mar y el cielo oscuro por las nubes.

Ahora, de vuelta al hotel, una duchita, algo de calma y a dormir. Mañana, dicen que lloverá… pero ojalá el cielo nos dé una tregua para seguir disfrutando de este rincón frente al mar.




viernes, 10 de octubre de 2025

Primera noche junto al mar


He vuelto a un pequeño pueblo de la costa, un lugar que guarda una parte de mi vida. Aquí viví un tiempo, y todavía tengo buenas amistades y recuerdos que me acompañan: algunos felices, otros que me tocan el alma de una manera más suave.

Siempre me gusta volver. Hay algo especial en caminar por los mismos lugares, reconocer las calles, el olor del mar, los rostros queridos… Es como reencontrarme conmigo misma.

He venido con Coco. Ahora es de noche, y los dos estamos en la habitación del hotel: una camita para él, otra para mí, aunque, como siempre, le he traído su propia cama. El hotel es precioso, está justo al lado de la playa. Desde el balcón se escucha el mar, y ese sonido me llena de paz.

No me gusta ir a casa de nadie, aunque podría haberlo hecho. Prefiero estar a mi aire, disfrutar del día con mis amistades, desayunar, comer, reír, pasear… y luego, al caer la noche, volver a este rincón tranquilo donde solo estamos Coco, el mar y yo.

Hoy ha sido un día maravilloso. El sol ha brillado con fuerza, y hemos paseado por el paseo marítimo. Coco ha jugado feliz con otros perritos que nos hemos encontrado por el camino.
Y ahora, mientras escribo esto y oigo las olas romper suavemente, solo puedo dar gracias a la vida, al universo, a Dios, por este día tan bonito que nos ha regalado.

Gracias, gracias, gracias.





jueves, 9 de octubre de 2025

No seas Penélope, que la vida no espera


Hay quien se pasa la vida esperando.

Esperando a que la llamen, a que le escriban, a que le pidan perdón, a que cambie algo… o a que vuelva alguien que ya se fue.
Y mientras tanto, la vida se va, el café se enfría y las flores del patio se marchitan sin que nadie las mire.

Dicen que Penélope esperaba a su Ulises tejiendo de día y destejiendo de noche para no terminar su labor. Qué paciencia la suya, y qué desperdicio también. Porque una cosa es amar, y otra muy distinta quedarse tejiendo mientras esperas por alguien que ya está viviendo otra historia.

Yo, sinceramente, de Penélope tengo poco.
A mí me gusta el hilo, sí, pero para coser la vida, no para remendar ausencias.
Porque los que se van sin decir adiós, que sigan su camino, y los que quieran quedarse, que se sienten y compartan el café mientras aún humea.

La vida no está hecha para esperar a nadie.
Está hecha para vivirla, para reír, para bailar aunque llueva.
Porque mientras una espera, se pierden amaneceres, abrazos y carcajadas.

Así que no, no quiero ser Penélope.
Prefiero ser Amalia: la que suelta el hilo, cierra la puerta con cariño y sigue caminando con Coco por la orilla, sabiendo que lo mejor de la vida no se espera… se vive.

* Penélope es un personaje de la mitología griega. Era la esposa de Ulises (u Odiseo), quien partió a la guerra de Troya y tardó veinte años en regresar. Para no casarse con otros pretendientes, Penélope tejía un manto de día y lo deshacía de noche, esperando fielmente su regreso. Su historia simboliza la espera, la paciencia… y también el tiempo que se nos escapa cuando vivimos aguardando a alguien que quizás ya no vuelve.





martes, 7 de octubre de 2025

La fe que me sostiene

Creo en Dios. Creo en su amor, en su cuidado y en su fuerza. Pero sé que cada persona tiene su forma de sentir esa guía que nos acompaña en la vida. Algunos lo llaman universo, otros destino, otros energía… y todos ellos llevan el mismo mensaje: alguien, algo, nos protege, nos cuida y nos da fuerza para seguir adelante. Lo importante no es el nombre, sino la sensación de confianza, de amor y de compañía que sentimos en nuestro corazón.

Para mí, la fe ha sido siempre mi sostén. Ha sido la luz que me ha levantado después de los golpes más duros: la pérdida de mi hermana, de mi madre, de mi padre, de mi marido… momentos en los que parecía que el mundo se derrumbaba. Pero la fe me ha dado esperanza, me ha enseñado a abrir los ojos cada mañana con gratitud, a mirar la vida con confianza y a entender que cada día trae consigo nuevas oportunidades, amor y alegría.

Siento la presencia de mis seres queridos que ya no están físicamente, siento a los ángeles que me rodean y ese espíritu protector que me abraza y me guía. Sé que todo está conectado, que todo tiene un propósito, y que aunque a veces no entendamos los caminos de la vida, siempre hay luz y cuidado alrededor nuestro. Cada gesto, cada pensamiento, cada paso que doy está impregnado de esa confianza de que la vida nos sostiene, que nada es en vano y que cada prueba también es una enseñanza.

Y quiero decirlo bien alto: soy muy feliz, porque sé que si Dios vive dentro de mí, nadie puede contra mí, ni contra mi Coco, ni contra mi Borja. Esa certeza me da paz, alegría y fuerza para vivir cada día plenamente. A mis 65 años, sigo con ilusión, confiando en que Dios me tiene preparadas cosas muy bonitas por vivir. La fe es mi compañera constante, y sé que mientras la mantenga viva, siempre habrá esperanza, protección y felicidad.

Aunque cada uno lo llame de manera distinta, lo esencial es esa conexión con algo más grande que nosotros: esa fuerza que nos da valor, que nos enseña a amar, a reír, a vivir con gratitud y a enfrentar la vida con esperanza. La fe nos recuerda que, aunque el camino a veces sea difícil, nunca estamos solos. Que siempre hay luz, protección y amor disponible para quienes creen, sienten y confían.

Porque la fe no tiene un solo nombre, no tiene límites ni fórmulas. La fe tiene corazón. La fe es sentir que no estamos solos, que estamos acompañados por algo que nos ama, nos cuida y nos guía. Y cuando abrimos nuestro corazón a esa fuerza, descubrimos que todo es posible, que la vida sigue siendo hermosa y que siempre hay razones para sonreír, para agradecer y para confiar. Yo nunca pierdo la fe, y sé que lo mejor aún está por llegar.




lunes, 6 de octubre de 2025

🍽 Menú de la Vida


Entrantes:

  • Sonrisas gigantes (¡las que se notan desde la otra acera!)

  • Abrazos locos que despeinen un poco

  • Buenos días con baile incluido

Plato principal:

  • Alegría a cucharadas

  • Aventuras que te hagan reír hasta dolerte la barriga

  • Tiempo para no hacer nada… y disfrutarlo

  • Mini logros que se celebran con confeti imaginario

Guarniciones:

  • Empatía con toque de humor

  • Paciencia… pero con música divertida

  • Momentos de “¡wow, qué bonito esto!”

Postres:

  • Risas compartidas (repetir tantas veces como quieras)

  • Sueños con sabor a chocolate

  • Recuerdos felices envueltos en brillo

Bebida:

  • Amor propio bien frío o bien caliente, según el día

  • Optimismo burbujeante, que haga cosquillas

Extra sorpresa:

  • Un poco de travesura

  • Mucho tiempo para ti

  • Siempre un “gracias” gigante y ruidoso.



domingo, 5 de octubre de 2025

Hoy me senté a desayunar...


Hoy me senté a desayunar y pensé: ¡anda, mira!, un día nuevo servido en la mesa, así, como quien no quiere la cosa.
El café me guiñó el ojo (sí, sí, a mí me guiña el ojo el café, ¿Qué pasa?), el pan me gritó: “¡no me dejes abandonado que luego me pongo duro!”,
y la mantequilla… bueno, esa ya directamente se derritió de amor sobre la tostada, más pegajosa que un ligue pesado.

A ver, que no todos los días son feria ni verbena,
pero cada mañana es como una entrada gratis a la peli de la vida.
Eso sí, a veces me ponen puro dramón,
pero oye, con mi café en la mano hasta el drama me parece digno de aplaudir.

Así que gracias por este desayuno que parece normalito,
pero en realidad es un banquete disfrazado de rutina:
el sol metiéndose a chismoso por la ventana,
el pan crujiente como carcajada de colega,
y yo aquí, celebrando que sigo vivita y coleando…
con la boca llena y el corazón todavía más.




sábado, 4 de octubre de 2025

¡Agárrate día, que allá voy!


Agárrate, día, que hoy me he levantado con más energía que cuando ponen los churros recién hechos en la feria.
Voy con todo, como cuando me planto mi desayuno a lo grande: café cargado, tostadas, y esa sonrisa que ni el espejo se atreve a discutir.

Y si algo se me atraviesa, pues nada, un buen sorbo de café y a seguir, que aquí no se atraganta nadie.

Porque así es la vida: se muerde, se saborea, a veces pica, pero siempre se disfruta.
Y si me topo con alguna alma en modo gruñón, no lo invito a mi mesa, ni falta que hace. Le regalo una sonrisa bien plantada, le cuelgo el cartelito de “pobrecito” y lo juzgo con elegancia.

Porque que quede claro: a mí no me contagia nadie su mal humor.
Yo soy de las que reparten carcajadas, de las que caminan con ritmo, con flow y con ganas.
Bailo hasta con la escoba si hace falta, aunque la vida me dé un susto.

Hoy es mío: con alegría, con chispa, ¡con todo!

Así que... ¡agárrate, día, que ya me he servido la primera ración y voy a por la segunda!




miércoles, 1 de octubre de 2025

Mi fortaleza, mi camino

 


Me sigo sorprendiendo de la fortaleza que tengo y de la manera en la que ahora afronto las tristezas. Antes, cuando alguien se iba de mi vida, me pasaba días llorando. Hoy, en cambio, soy yo la que prepara una despedida grande, bonita y con la frente alta.

Ya no le pido a nadie que se quede ni le ruego a nadie por cariño. No me he vuelto ni rencorosa ni orgullosa, pero sí he cambiado mi forma de mirar las cosas. Cada golpe, cada lección, me ha ido poniendo firme el corazón. De tanto caer, he aprendido a levantarme; de tanto tropezar, he conseguido andar derecho.

No queda rastro de aquella que fui ayer, salvo mi esencia, mi sonrisa y mi apariencia. Lo que soy no se ha construido de la noche a la mañana; ha sido a base de lágrimas, coraje y muchas madrugadas en vela. Todo aprendizaje me lo he ganado a pulso, con lo duro que he vivido.

Y aun así, siempre busco ser mejor. Pero no olvido por qué he crecido, ni quién me ha hecho fuerte en el camino. Hoy me miro y me reconozco: soy la misma de siempre, pero más entera, más serena y con un corazón que sabe lo que vale.

Porque la vida me ha enseñado a despedir sin odio, a recordar sin rencor y a seguir sin miedo. Y eso, amigas, es un lujo que no se compra: se conquista.




Un día de sol, risas y sardinas

Hoy Coco y yo nos hemos levantado con ese airecito feliz que trae el otoño cuando decide portarse bien. Hemos arreglado la casa, nos hemos...